Con el tablero completo

El fallo del Constitucional permitirá iniciar la recomposición del mapa vasco si la apuesta democrática de Bildu es sólida. Sus representantes demostrarán si la apuesta de la izquierda abertzale es sincera. La ilegalización sobrevenida incluida en la última reforma legal aparece como la mejor de las garantías para el sistema democrático.

El plan B ha sido el bueno. Después del ‘no’ del Tribunal Supremo a Sortu (primera opción de la izquierda abertzale tradicional para regresar a las instituciones democráticas) y luego a Bildu (alternativa B), el Constitucional acordó anoche revocar esta última sentencia y permitir que la coalición que integran EA, Alternatiba e independientes concurra a la cita con las urnas del día 22. La decisión la adoptó el Pleno, de mayoría progresista, por seis votos a cinco, después de que en la Sala Segunda se produjera el esperado empate a tres entre los magistrados cuya elección impulsó en su día el PSOE y los del PP.

Termina así la batalla legal, que no la política. Parece poco arriesgado aventurar que el Partido Popular tratará de explotar el fallo contra los socialistas por más que fuera el Gobierno Zapatero quien impulsó a la Fiscalía y a la Abogacía del Estado a actuar contra la coalición, en virtud del compromiso alcanzado entre Rubalcaba y Trillo. El rechazo mayoritario de la sociedad española -que no de la vasca- al plácet a Bildu y la decisión del PSE y el PSC de desmarcarse del discurso oficial de Ferraz y Moncloa saludando el veto inicial del Supremo, parecen demasiado golosos como para ser desperdiciados en la campaña que arrancó a medianoche.

El pronunciamiento judicial tendrá una primera consecuencia: hará posible que el 22-M se inicie la recomposición del mapa político vasco. Después de muchos años en los que la presión del terror impidió a los partidos de ámbito estatal presentar candidaturas en amplias zonas del País Vasco y de dos legislaturas, las últimas, en las que la izquierda abertzale tradicional ha padecido las consecuencias de la ilegalización de Batasuna por su negativa a desmarcarse de ETA, esta vez la partida se jugará con todas las fichas en el tablero. Los electores serán quienes hagan la siguiente criba. La definitiva vendrá probablemente con la paz.

Todos los pronósticos apuntan que a las tres sólidas patas con que cuenta desde hace años el mapa político vasco (PNV, PSE y PP) se sumará una cuarta, Bildu. No sólo eso, el PNV teme que la polémica de las últimas semanas pueda ser el mejor aliado de la coalición para lograr un resultado histórico. Ello y los mínimos legales para obtener representación -el 5% de los votos en los municipios y el 3% en las Juntas, que luego eligen a los diputados generales- amenaza a las demás formaciones con dejarlas fuera de muchas instituciones, sobre todo ayuntamientos.

El seguro

Con Bildu, la izquierda abertzale tradicional volverá a jugar en todos los consistorios y en los tres parlamentos provinciales, no como en la última legislatura con ANV. La actuación de sus representantes demostrará tanto la solidez de la alianza en sí como, y sobre todo, la sinceridad de la apuesta de la izquierda abertzale por las vías exclusivamente democráticas. La ilegalización sobrevenida que pactaron PSOE y PP en la última reforma legal aparece como la mejor de las garantías para el sistema democrático.

No deja de ser una cierta perversión cuando de lo que se trata ahora es de elegir a quienes gobernarán el próximo cuatrienio los ayuntamientos y las diputaciones -también las comunidades autónomas, excepto Euskadi, Cataluña, Galicia y Andalucía-, pero los resultados tendrán otras lecturas. Tanto en clave nacional, como estrictamente vasca.

El descrédito de Zapatero y su Gobierno, que ha llevado al presidente a renunciar a repetir como candidato, avanzan una derrota del PSOE tan contundente como la victoria popular. La única incógnita parece radicar en la magnitud del batacazo socialista. Las encuestas vaticinan que no podrán gobernar en solitario ninguna autonomía y que perderán la práctica totalidad de los grandes ayuntamientos que aún les quedan. Si esto se confirma será probablemente el mejor acicate para una nueva campaña popular en favor de que se adelanten las generales. En especial, si el PNV exhibe alguna duda sobre si volver o no a colaborar con Zapatero. Los pactos postelectorales pueden calentar o enfriar los ánimos.

En Euskadi, los comicios se verán como un primer contraste del Gobierno del cambio. El PNV necesita preservar su poder foral. Para el PSE el objetivo es evitar la probable debacle del PSOE y que los jeltzales pierdan alguna diputación. El PP necesita traducir en poder su apoyo a Patxi López.

Alberto Ayala, EL CORREO, 6/5/2011