Cuando el poder no encuentra límites suficientes, cuando la cultura política democrática es raquítica, no es raro que se forjen personalidades que confunden el país con su partido y que codician utilizar cualquier resorte para tapar sus propias vergüenzas.
Los uniformes se tienden discretamente en Euskadi para evitar dar pistas gratis a la legión de chivatos voluntarios del mundo de ETA. Cada cual busca como puede además proteger a sus familias de los que estarían dispuestos a hacerles la vida imposible con malos gestos y palabras.
Vaya por delante mi respeto profundo a la mayoría de los agentes de la Policía autonómica vasca. Conocer la noticia de que algunos agentes de la Ertzaintza funcionaban como agentes secretos de relevantes afiliados del PNV investigados por presuntos delitos de corrupción es de una gravedad extrema en un sistema democrático. Y verosímil. El propio lehendakari Garaikoetxea fue objeto de escuchas ilegales probadas por agentes de la Ertzaintza que trabajaban para relevantes dirigentes del PNV en los tiempos en que Garaikoetxea fundaba Eusko Alkartasuna.
El sectarismo no es patrimonio de ningún partido, como tampoco la corrupción. Cuando el poder no encuentra límites suficientes, cuando la cultura política democrática es raquítica, no es raro que se forjen personalidades que confunden el país con su partido y que codician utilizar cualquier resorte para tapar sus propias vergüenzas. Unos presuntos delincuentes afiliados al partido que gobernó durante décadas la Comunidad Autonoma Vasca podrían haber conseguido informes sobre dirigentes del Partido Socialista para buscar conocer sus puntos débiles.
Escuché una vez el testimonio privado de un hombre que contaba cómo algunos agentes de la Ertzaintza elaboraban informes sobre la oposición como arma política. Verosímil. Me tocó descubrir que un hombre amenazado por ETA dejó escrito antes de morir que agentes de la Ertzaintza -que no consiguió identificar- le humillaron y le amenazaron con pasar sus datos a ETA. Sólo cuando después de dos horas de tortura moral les indicó que un amigo suyo le esperaba cerca le dejaron marchar.
El hombre era mi hermano. El amigo que le esperó aquel día me refirió cómo el hombre que arrastraba la tortura de años bajo amenaza de muerte salió blanco y horrorizado de aquella comisaría. Es algo más que verosímil concluir que había agentes sectarios que funcionaron fuera de la ley. Dicen que la historia se repite como farsa. Pudiera ser que esos agentes se sintieran herederos de los gudaris que colaboraron durante la Segunda Guerra Mundial con servicios secretos ingleses o norteamericanos. Pudiera ser que se sintieran abertzales completos mientras ejecutaban toda esa basura en plan Torrente.
Maite Pagazaurtundua, EL CORREO, 12/7/2010