La viuda de José Ignacio Iruretagoyena, concejal del PP de Zarautz asesinado por ETA en 1998, esperó 11 años para contar a su hijo mayor cómo murió su padre: «Se lo he ido tapando para que no sufrieran. Al mayor, que tiene 16, no se lo he podido decir hasta este año porque yo no estaba bien. El pequeño, de 12, todavía no lo sabe». María José Imaz declara en el juicio contra ‘Txapote’ y ‘Amaia’.
María José Imaz, viuda de José Ignacio Iruretagoyena, el concejal del PP en Zarautz asesinado por ETA en 1998, reveló ayer en la Audiencia Nacional el sufrimiento familiar que siguió a la pérdida de su marido.
Casi 12 años después de que los terroristas pusieran una bomba lapa en el vehículo del edil popular, su mujer contó al tribunal que en todo este tiempo ha querido proteger a sus dos hijos -tenían cuatro años y escasos meses cuando mataron a su padre- sin darles detalles del atentado. «Se lo he ido tapando un poquito para que no sufrieran. Al mayor, que tiene 16, no se lo he podido decir hasta este año porque yo no estaba bien. El pequeño, de 12, todavía no lo sabe», confesó.
Desde aquella fatídica mañana del 9 de enero de 1998, María José ha pasado ocho veces por el quirófano por diferentes motivos, y en 2006 los oncólogos le detectaron un cáncer de mama que relacionaron con el sufrimiento que ha padecido desde entonces.
Ante la mirada impasible de uno de los presuntos asesinos de su marido, Javier García Gaztelu, ‘Txapote’, -la otra imputada, Irantzu Gallastegi, ‘Amaia’, había sido expulsada de la sala blindada por abrazarse de forma efusiva con el también etarra Gregorio Escudero-, la viuda de Iruretagoyena reveló que tras el atentado recibió «llamadas inhumanas» en el contestador del teléfono de su casa, como una en la que se decía: «José Ignacio, cabrón, por fin fuiste al paredón».
El mismo grado de sufrimiento exhibió el hermano del fallecido, que aseguró al tribunal que desde entonces no ha hecho vida normal ni ha podido salir «prácticamente» de su casa. Otro de los testigos, un policía local de Zarautz que atendió a Iruretagoyena tras la explosión, recordó que «había muchísimo humo» y que el moribundo preguntaba: «¿Qué ha pasado, qué ha pasado? ¡Ayudadme, ayudadme!».
Pero la gravedad de sus heridas tras la explosión de la bomba provocaron su fallecimiento horas después.
En el juicio, que quedó ayer visto para sentencia, la Fiscalía solicitó para los dos miembros de ETA 61 años de prisión para cada uno de ellos por tres delitos: asesinato, lesiones y estragos terroristas. Además, reclamó una indemnización de 300.000 euros para los dos hijos del fallecido, cantidad que el abogado de la familia elevó al millón de euros. Los procesados cumplen ahora condenas que suman 307 y 160 años por los asesinatos de los concejales del PP en Ermua y Errenteria, Miguel Ángel Blanco y José Luis Caso.
Separados
Los etarras, que se negaron a declarar ante el tribunal, fueron reprendidos en varias ocasiones por el presidente del tribunal, Ángel Hurtado, por hablar entre ellos mientras estaban en la sala blindada, sin prestar la menor atención al proceso. El magistrado les pidió que guardaran silencio, a lo que el etarra le replicó que «eso está en nuestra mano y no en la suya», por lo que el juez decidió sacar a su compañera de la conocida como ‘pecera’ y que se sentara en la sala.
La medida, sin embargo, no resultó efectiva ya que ambos siguieron comunicándose a través de gestos. Finalmente, ‘Amaia’ fue expulsada definitivamente de la sala después de que se levantara a saludar a Gregorio Escudero Balerdi, otro etarra condenado a 42 años como cooperante necesario en este asesinato.
Escudero, que declaró como testigo, negó su implicación en este atentado, y rechazó que él facilitara los datos del edil y trasladara a ‘Txapote’ y a ‘Amaia’ desde Andoain hasta el apeadero de Añorga, desde donde ambos habrían tomado el tren para llegar a Zarautz y colocar allí el artefacto explosivo en el vehículo del concejal popular, señala el relato del fiscal. El etarra se retractó de sus declaraciones inculpatorias y alegó que las realizó bajo torturas.
También pasaron por la sala de vistas los etarras Sebastián Lasa y Alfonso Sebastián, que realizaron un curso de explosivos junto a los procesados.
EL DIARIO VASCO, 11/12/2009