Tres siglos y un año

EL MUNDO 11/10/15 – SANTIAGO GONZÁLEZ

Santiago González
Santiago González

· Hoy se cumplen 301 años de aquel día de 1714 en que Barcelona cayó en manos del Borbón. El conseller en cap, Rafael Casanova, resultó herido y aunque muchos catalanistas creen de buena fe que alcanzó la palma del martirio, no es cierto. Se recuperó de sus heridas y llevó una vida apacible dedicado a la abogacía hasta su muerte, 29 años más tarde, cuando ya tenía 83.

Total que hoy, el cuarto de la lista, el hombre que fue jueves, se acercará al monumento a Casanova para hacer su ofrenda floral en el primer día de una campaña que llevará a Cataluña a parecerse a Holanda o Suecia, según escribió el domingo en un periódico que se sintió obligado a publicar un editorial para pedir perdón a sus lectores por la basurilla sintáctica que publicaba justo al lado.

Un síntoma del estado de las cosas en Cataluña es que se hayan juntado ocho personas para escribir eso y a ninguna le dé vergüenza. Ocho manos para un texto lleno de refranes, tópicos coloquiales y atropellos sintácticos. «No hay mal que 100 años dure ni enfermo que lo resista» escriben precisamente al final de un año en el que han celebrado jubilosamente tres siglos de la larga y dolorosa enfermedad de España. Tiene cojones, Romanones. Pobre Llach, se nota que la competencia intelectual que tuvo sólo se expresaba en catalán y se le va al carajo al escribir en la lengua extraña.

La traducción, que siempre crea problemas. Traduttore, traditore, ya se sabe. Incluso cuando uno se traduce a sí mismo, como el entrevistador que le dice a Felipe: «Identidad nacional», y luego escribe «nación» en el titular, seguramente para que entrara en caja.

En su autobiografía, Sebastian Haffner tiene un párrafo ejemplar sobre la Alemania de los años 20, que hace una década me recordaba al proyecto ilusionante del plan Ibarretxe, y ahora, en Cataluña, «la expresión más ilusionante, masiva, cívica y democrática que se está viendo en esta misma Europa». Escribía Haffner en Historia de un alemán: «Surgió aquello que hoy confiere al nazismo su rasgo delirante, esa locura fría, esa determinación ciega, imparable y desaprensiva de querer lograr lo imposible, la idea de que ‘justo es lo que nos conviene’ y ‘la palabra imposible no existe’. Es evidente que este tipo de vivencias traspasan la frontera de lo que los pueblos pueden vivir sin sufrir secuelas emocionales».

El nacionalismo vasco sufrió secuelas, emocionales y de las otras: hizo falta el plan Ibarretxe para que un Patxi López pudiera quitarle la Lehendakaritza. Sea cual sea el resultado de estas elecciones, los secesionistas catalanes han traspasado ya esa frontera y sufrirán inevitablemente las secuelas.

Incurro voluntariamente en lo que tantos semialfabetizados han reprochado a Felipe González al creer que analogía («razonamiento basado en la existencia de atributos semejantes en seres o cosas diferentes», según la RAE) es sinónimo de equiparación, acción de equiparar, («considerar a alguien o algo igual o equivalente a otra persona o cosa»). Claro que Felipe tampoco debía de saberlo o se habría defendido con alguna eficacia.

EL MUNDO 11/10/15 – SANTIAGO GONZÁLEZ