La izquierda, nuevamente, busca exculparse de su gestión y recurre a esconderse tras la derecha y el sistema democrático. La situación del PSOE es inquietante y la del PP, a tenor de los sondeos, esperanzadora. Hoy es día de reflexión. Debería ser también el primer paso de un cambio necesario.
LA sala Tercera del Tribunal Supremo ha ratificado la decisión de la Junta Electoral Central de declarar ilegales las concentraciones previstas para hoy y mañana por los grupos que integran el movimiento 15-M. Por tanto, la responsabilidad única y directa del mantenimiento de esta situación de ilegalidad corresponde al Ministerio del Interior, cuyo titular solo se apoya en un informe de los Servicios Jurídicos del Estado basándose en la Ley de Seguridad Ciudadana y en la normativa que regula el derecho de reunión. La inacción de Pérez Rubalcaba contra los congregados en la Puerta del Sol está fundada en el argumento de que esas normas no permiten la disolución automática de una concentración aunque no esté autorizada administrativamente, salvo en casos extremos de comisión de delito o de actos violentos. Sin embargo, no deja de ser un ardid jurídico de última hora, utilizado «ad hoc» por el Gobierno para evitar la posible convulsión que un desalojo forzado de Sol generaría con toda probabilidad. Y, desde luego, no deja de ser una forma oportunista de dejar en evidencia a la Junta Electoral Provincial de Madrid, a la Junta Electoral Central y al propio Tribunal Supremo para salir al paso del laberinto en el que los «indignados» de Sol, y de muchos otros lugares de España, han encerrado al Gobierno.
En el plano político, la acampada de la Puerta del Sol ha hecho más nítido el caos de la campaña electoral del PSOE, caracterizada por la dispersión de discursos, la insolidaridad entre líderes nacionales y la deriva demagógica de un Zapatero crispado en su adiós. Por eso el PSOE se ha agarrado al clavo ardiendo de unas concentraciones que claman contra el «sistema» y no contra el Gobierno de los cinco millones de parados y del millón y medio de familias sin un solo empleado. En su desesperación, los candidatos y portavoces socialistas dicen hacer suyas las preocupaciones de los concentrados, obviando que lo que a éstos preocupa, según sus propuestas, es la supresión de la Audiencia Nacional, la derogación de la Ley de Partidos Políticos y la implantación de una política económica solo homologable a la de Corea del Norte. La izquierda, nuevamente, busca exculparse de su gestión y recurre a esconderse tras la derecha y el sistema democrático. La situación del PSOE es inquietante y la del PP, a tenor de los sondeos, esperanzadora. Hoy es día de reflexión. Debería ser también el primer paso de un cambio necesario.
Editorial en ABC, 21/5/2011