JON JUARISTI – ABC – 15/11/15
· Generosamente, Glucksmann se resistió a atribuir al terrorismo islámico una raíz religiosa.
No deja de resultar una coincidencia estremecedora que una semana que comenzó con el fallecimiento de André Glucksmann, el más antiguo de los Nuevos Filósofos franceses, haya terminado con otra matanza en la ciudad que aquél hizo suya cuando era todavía la que acogió a los fugitivos de los fascismos. Hoy París es un campo de batalla entre el terrorismo y una democracia que ya se bate en retirada. Lo escribía Alain Finkielkraut pocos días después de la gran manifestación condenatoria del atentado contra
Charlie Hebdo: a la izquierda le ha faltado tiempo para endosar al imperialismo y a Israel la responsabilidad última de la violencia islámica.
Es hora ya de escribir islámica y no islamista: después de todo, los perros de la desinformación hablan sin tapujos de «tanques judíos», de «judeonazis», del judaísmo como «religión criminal» y de otras lindezas. Para qué entonces andarse con eufemismos imbéciles. En aras de qué voy a callarme lo que pienso sobre un islam que ha declarado la guerra a todos los judíos, no sólo a los israelíes. ¿Para no desanimar a la minoría de musulmanes demócratas? Amigos musulmanes demócratas que todavía sois mayoría en Túnez y muchos menos en otros pocos países de la Casa del Islam –no en Siria, quede claro-, contáis con toda mi simpatía, pero no ocultaré que se debe a que sois mucho más demócratas que musulmanes.
André Glucksmann, hijo de resistentes judíos contra el nazismo, cuyos ensayos y artículos he leído con fruición desde el primero al último, Glucksmann, a quien he tratado y estimado, no pensaba así. Sostuvo siempre que había que distinguir entre el fundamentalismo islámico y el islam, pero es que Glucksmann vivió la mayor parte de sus días en un mundo donde el fundamentalismo era apenas perceptible, no esta marea sangrienta que va inundando las sociedades musulmanas, y terminando con las variantes menos belicosas, ya que no tolerantes, de una religión que siempre se impuso por la espada. Como un anciano derviche me dijo en Damasco, poco después del atentado contra las Torres Gemelas, «irán contra ustedes como van contra nosotros, contra los que creemos que Dios está por encima de las religiones».
Glucksmann, a mi juicio, se equivocaba al situar todas las formas de terrorismo dentro de la categoría común de nihilismo. No: el terrorismo nihilista fue sólo una especialidad rusa del siglo XIX. Lo que caracteriza al terrorismo islámico es su islamismo tautológico. Yo creo que, en el fondo, Glucksmann trataba de exonerar generosamente a la mayoría musulmana de cualquier complicidad, aún pasiva, con el islam de la violencia, e incluso con el islam antisemita, que, ese sí, ha sido inequívocamente mayoritario desde la aparición del Estado de Israel. Glucksmann exculpaba a los antisemitas árabes y hacía recaer las responsabilidades en la extrema izquierda occidental, que erigía al palestino en figura emblemática «que viene a sustituir al proletariado de antes», pero los que secuestraban cruceros y aviones, los que asesinaban a atletas israelíes, los inventores de la modalidad de los atentados suicidas que la nueva yihad ha universalizado eran tan palestinos como los apuñaladores del presente en las ciudades de Israel: palestinos, y no antisemitas de los campus, televisiones y periódicos de Europa y de América.
La función de éstos, a lo sumo, consiste, como la de la mayoría del islam contemporáneo, en aplaudir cada nueva salvajada con las orejas y en culpar a las democracias occidentales de los atentados de Nueva York, Londres, Madrid, París, Tel-Aviv y Jerusalén (por supuesto) y de lo que venga, que ya está viniendo y que será peor que lo que ya hemos conocido.
JON JUARISTI – ABC – 15/11/15