ABC 05/12/15
LUIS VENTOSO
· Sorprende que los líderes del PSOE no sepan por qué bajan en moto
RIVERITA, que habla de cine, es guapetón, carece de pasado y defiende con elocuencia principios del más básico sentido común, tiene muchas posibilidades de sumir al profesor Sánchez en el desdoro del tercer puesto. Mi amigo Tomás, que es más joven e inteligente que yo y por eso lo escucho siempre con las orejas abiertas, me lo explicaba ayer así: «Rivera tiene una idea-fuerza imbatible: una paisana que entre en Urgencias en un hospital de Badajoz debe ser igual a una de Hernani, Badalona o Tudela. Gusta a la gente joven ex-PSOE y en el barrio de Salamanca gana una calle cada día». En efecto. Defiende lo mismo que el PP, pero sin el baldón de la corrupción, porque no ha gestionado ni un parking, y adereza su pócima con unas gotas de progresismo-Nenuco, que le granjean buena entrada con los votantes zurdos.
¿Y cómo encaja Sánchez las malas noticias demoscópicas, su caída al tercer puesto? Pues como Mourinho, enfurruñado y echándole la culpa al árbitro: ¡el CIS se ha dejado manipular por el luciferino marianismo! En Sevilla, la Sultana del Sur ya prepara las maletas y Sánchez debería ir metiendo sus cosas de Ferraz en unas cajas mientras medita sobre por qué se hundió el PSOE, que es sencillo: ha titubeado sobre la unidad de España, demostró una lesiva incompetencia contable con el atolondrado Zapatero, carece de ideas económicas nuevas y les ha tocado la zanfoña a millones de españoles regalando las alcaldías de sus ciudades a unos populistas incompetentes y sectarios que no habían ganado en las urnas.
Es un error muy de déspota ilustrado despreciar la sabiduría del pueblo. Pero la peña no se chupa el dedo. Cuando la capital de España está en manos de una señora excéntrica, que no hace nada productivo y sale a chorradilla diaria –la última, que los niños recojan colillas–, los ciudadanos saben que es Sánchez quien la mantiene ahí. Cuando el PSOE recupera la bandera española para buscar votos in extremis, los votantes saben que ese partido apoya a independentistas en ayuntamientos catalanes y que en lugar de defender sin fisuras la unidad de España la ha dañado con una empanada llamada federalismo asimétrico, cuyos ingredientes no conoce ni el que la horneó en Ferraz. Cuando la economía española está todavía cogida con pinzas y existe el riesgo cierto de que el mundo entre en una segunda crisis global, cuesta entregar la caja a un partido que dice cada tarde una cosa distinta sobre la legislación laboral y cuya única propuesta económica nítida es freírnos a impuestos. Para completar el inventario, añádase que el talante de Sánchez no ayuda, pese al porte apolíneo, pues camina con la arrogancia del campeón sin haber ganado nada y se le va escapando a ratos un carácter revirado (que en los bares ya resumen con un adjetivo coloquial que acaba en «cete»).
Lamento que se hunda el PSOE en manos de partidos unipersonales, pues miro a las democracias viejas y me reconforta la eterna liza republicanos-demócratas de Estados Unidos, o el duelo británico de y laboristas, con un partido liberal como bisagra, que es el papel que debería tener Rivera, no más. ¿Volverá el PSOE? Difícil mientras no vuelva a parecerse a España.