EL MUNDO – 21/12/15 – SANTIAGO GONZÁLEZ
· El día en que Rafael Alberti entró junto a la Pasionaria en el Congreso estaba lejos de suponer que 38 años después iban a tener vigencia unos versos suyos de1929: «Decidme de una vez si no fue alegre todo aquello./ Cinco por cinco entonces no eran todavía veinticinco/ ni el alba había sospechado la negra existencia de los malos cuchillos».
Tal vez el diagnóstico adelantado de la muerte del bipartidismo peque de cierta imprecisión, pese a la impresionante costalada del PP y el éxito del PSOE al escarbar el suelo de Rubalcaba, los peores resultados del principal partido de la oposición. La suma de los dos mayores partidos ocuparía en la cámara 213 escaños, el 61%, mientras los dos emergentes no llegan a la mitad. La práctica política en España y el instinto cainita de nuestra izquierda, hacen imposible aquí una práctica habitual en las principales democracias europeas, y que ha tenido en la segunda vuelta de las regionales francesas una expresión elocuente.
Lo que antes eran dos partidos se han convertido en dos bloques, con sus respectivos sistemas de vasos comunicantes. En la izquierda, Podemos se ha apropiado del crecimiento que esperaban los dos partidos de la izquierda clásica, PSOE e IU, por la política de ajustes del PP, que ha perdido hacia Ciudadanos parte sustancial de la mayoría que obtuvo en 2011.
Mariano Rajoy ha dado la vuelta al voluntarismo de Zapatero, que ignoraba la realidad para dejarse llevar por sus opiniones: él se aferró a los hechos, ignorando la política y la sabia máxima de la equidistancia acuñada hace muchos años por Ramón Irigoyen: «Entre Sodoma y Pamplona hay un justo término medio que es París». Los resultados han supuesto una derrota política indiscutible que no deja futuro para él. De nada sirve el bálsamo lenitivo de «el PP ha ganado las elecciones». Si no se puede gobernar es como haberlas perdido.
Pedro Sánchez tenía razones objetivas para dimitir anoche mismo, en el mismo momento en que lo hizo su compañero Joaquín Almunia, que había sacado 33 escaños más. Su única opción, para evitar el ajuste de cuentas que el susanismo querrá establecer más temprano que tarde un acuerdo universal para echar al PP, aunque eso tiene algún problema. El primero, que Podemos le vaya a dejar. Los socialistas pueden apoyar a Iglesias, que tienen práctica, ahí está Revilluca comulgando en Cantabria bajo las especies de sobaos y anchoas. Por otra parte, Podemos es un batiburrillo de sí mismo, las Colau, Oltra, y las mareas, no menos de tres grupos parlamentarios. Y además, ¿qué pensará Felipe?
Albert Rivera ha cometido dos errores graves. El primero arrinconar el asunto que le había dado notoriedad y justa fama: la crisis del Estado propiciada por el secesionismo catalán. El segundo que él, o César o nada, en ningún caso ayudaría a la gobernabilidad votando PP o PSOE. No supo entender que sus votos venían en buena parte del PP, que sus relaciones eran vasos comunicantes y que los populares ansiosos de castigar a Rajoy, no lo estaban tanto como para empujar a Sánchez a la Presidencia. Los resultados han venido a satisfacer sus deseos: no tendrá que pronunciarse a favor de ninguno de los dos partidos tradicionales porque sería perfectamente irrelevante. Su apoyo al PP dejaría a Rajoy a 15 escaños de la mayoría absoluta.
Por fin, se ha hecho realidad el chiste de Ramón en la portada de Hermano Lobo. Ha sido el caos, el caos. Y también son ellos. Sería cosa de emigrar a Venezuela. Por lo menos, allí está claro que han perdido.
EL MUNDO – 21/12/15 – SANTIAGO GONZÁLEZ