ABC 29/12/15
RAMÓN PÉREZ-MAURA
· Finiquitan la sabia fórmula aplicada por el alcalde Tierno Galván, que parece ser que no era un fascista exaltado
CARMENA se ha creado a sí misma la necesidad de tomar una decisión que no gustará a los suyos o a sus rivales. No es esa una disyuntiva muy particular. La política es tomar decisiones que casi nunca gustan a todos. Y el verdadero político toma la decisión más justa. No necesariamente la que contenta a los suyos. Y cuando esa decisión no es la más popular, la argumenta para intentar convencer a sus seguidores que puedan sentirse ofendidos.
Ya conocen ustedes la decisión de su equipo de Gobierno de volver a cambiar el callejero madrileño, finiquitando la fórmula sabiamente aplicada por el alcalde Enrique Tierno Galván, que parece ser que no era un fascista exaltado. Otras treinta calles verán su nombre alterado. Y como no se puede restituir una denominación anterior, porque nunca tuvieron otra que la que Carmena y los suyos quieren finiquitar, hay que fijar nueva nomenclatura. Es ahí donde surgen propuestas llenas de sentido: el jueves pasado pedía en ABC Antonio Eraso que se dedique una a don José María Gil-Robles, sorprendentemente ausente de nuestro callejero. Es lo que tiene el haber sido primero ministro y después perseguido por la izquierda republicana y por el franquismo, para acabar en Estoril, junto a nuestro Rey del exilio. Pero claro, no van a venir Rita Maestre y el intelectual Guillermo Zapata a pedir una calle para Gil-Robles. Vade retro.
Ayer surgió la iniciativa de la Asociación Pro Guardia Civil de que esos vacíos en el callejero sean colmados con los nombres de los 19 guardias civiles que fueron asesinados en la capital de España y los cinco guardias civiles madrileños asesinados en otros lugares. Eran servidores del Estado –en el que la izquierda creía antes de estar en manos de los Zapata y adláteres. Aquí tiene la señora Carmena una buena ocasión para demostrar que no es tan sectaria como la formación que la ha llevado a la alcaldía de la capital de España. Ahora puede demostrar que un demócrata como Gil-Robles y los veinticuatro madrileños que fueron víctimas de ETA tienen el derecho de ser honrados. Ya me imagino a algunos aduciendo que nadie identifica los nombres de casi ninguno de esos guardias civiles. Cierto. Pero díganme entonces quién sabía quiénes eran los hermanos García-Noblejas, Eduardo Aunós o Juan Pujol, por ejemplo, a los que Carmena y su tropa quiere borrar de la memoria como hacía Stalin con los caídos en desgracia. Creo que la única posibilidad que tiene la alcaldesa de salvar la cara es aceptar propuestas como la de Gil-Robles o los guardias civiles o se acabará encontrando con que muchos de los que tenemos un antepasado dando nombre a una calle tenemos que sumarnos al razonamiento que le ha hecho el general Rafael Dávila con motivo de la supresión de la calle dedicada a su abuelo: «Mi abuelo, al que conocí y mucho me enseñó, hombre sabio, honrado y humilde, no debe estar en una calle de un ayuntamiento del que usted es alcaldesa».