LUIS VENTOSO – ABC – 09/01/16
· El gran sentido de Estado ha durado tres telediarios.
Si Susana Díaz me vendiese un coche usado, saldría zumbando al concesionario de al lado a buscar algo más fiable. Su todavía corto periplo por la primera línea permite ir calándola: palabras razonables y solemnes, expresadas con un tono grave y muy sentido; ínfulas de gran esperanza blanca, que va a tomar el mando para devolver al achacoso PSOE a la cordura centrista… Y al final, envainada por todo lo alto, cornetín de retirada y una más en la inanidad del post-zapaterismo.
Su papelón en este arranque de año ha sido fino. Primero sale a escena como garante de la sensatez institucional, advirtiendo con razón a Sánchez de que con su calamitoso resultado no puede pretender gobernar con Podemos. Incluso se pone rufa y amaga con convocar el congreso del partido, dando a entender que planea descabalgarlo. Pero ayer se desinfla y sale a apoyar que Pedro el Luso negocie con Podemos, en una sopa de letras que incluso exigirá el pasteleo con los separatistas.
Para hacer decoroso su giro, Susana advierte, con esa solemnización de lo obvio que es marca de la casa, que la unidad de España será sagrada en las negociaciones. ¡Solo faltaba! El PSOE, aunque esté hecho un cromo, es todavía un partido constitucionalista y el que más tiempo ha gobernado. Pero el problema real del susanismo y el sanchismo es mucho más grave y sencillo: una espectacular falta de ideas. Carecen de una alternativa económica. Todo se reduce a sobadísimas frases hechas que no significan nada («España necesita un Gobierno progresista») y a un enojado y faltón «no a Rajoy», el presidente que se ha cargado nuestra democracia y nuestros servicios sociales (latiguillo que jamás se concreta con datos). Se soslaya además un detalle: cuando gobernó, el PSOE se plegó al catecismo alemán, privó de pagas a los funcionarios, congeló las pensiones y –acertadamente– fijó un techo constitucional de gasto.
En política, como en la ciencia de laboratorio, todo lo que se puede hacer al final acaba haciéndose. Sánchez, que sería Einstein si su ego se transmutase en neuronas, va a intentar a toda costa dormir en La Moncloa, con Podemos y con quien haga falta. Si ya gobiernan con Iglesias en ayuntamientos y comunidades, si fueron socios del BNG y ERC en Galicia y Cataluña, ¿se van a poner escrupulosos ahora con Podemos? No.
Pero será su dulce suicidio. Aliarse con Podemos supone aceptar el intervencionismo, la aversión al mundo de los negocios, una política fiscal abrasiva para los que se esfuerzan, el descontrol del gasto público y abrir grietas en la unidad de España. El PSOE se alejará de lo que intentó ser cuando nadaba en votos, un partido socialdemócrata europeo. Pero si la cosa va de izquierda cañera, el electorado preferirá la versión original: Podemos. Iglesias, mucho más inteligente que Sánchez, aspira a laminar y sustituir al PSOE.
Dar el plácet a Rajoy arrostraba riesgos para el PSOE ante sus votantes más ideologizados. Pero cortejar a Podemos, Susana, es tirarse de cabeza al Guadalquivir desde las almenas de la Torre del Oro. Qué planazo el de Pedro el Portugués, sacrificando a su mayor gloria la estabilidad de su país. Ay, Susana. Ay, Felipe… el que siempre calla justo cuando toca hablar.
LUIS VENTOSO – ABC – 09/01/16