ABC 12/02/16
· Romeva obvia ante el cuerpo consular en Barcelona que su cargo está impugnado
La Generalitat aspira a tener embajadas en Barcelona, aunque por el momento se conforma con tratar con los cónsules acreditados en esta ciudad catalana. Dentro del proceso secesionista, la «internacionalización» de las aspiraciones de los partidos independentistas es una prioridad marcada en rojo, y a ello se aplica el Gobierno catalán con no demasiada fortuna. Pese a todo, el Ejecutivo que preside Carles Puigdemont sigue insistiendo, y ayer mismo, en la recepción que dio al cuerpo consular acreditado en Barcelona, animó a los cónsules a seguir de cerca el proceso. Puigdemont les advirtió de que en adelante los acontecimientos les van a obligar a trabajar de manera extraordinaria. «Van a tener trabajo en estos próximos meses», les señaló el presidente autonómico, que añadió que la independencia no solo no es un imposible, sino que es un objetivo a corto plazo.
Acompañaban a Puigdemont el consejero de Empresa y Conocimiento, Jordi Baiget, y, sobre todo, el flamante titular de la consejería de Asuntos Exteriores, Relaciones Institucionales y Transparencia, Raül Romeva. Este último departamento, cuya creación ha sido impugnada por el Gobierno, es la punta de la lanza del soberanismo en su pretensión de «vender» la independencia en el extranjero, y de hecho, tal y como ha informado ABC, su primera acción en el cargo fue mandar una carta a los cónsules. El mensaje, el mismo que les transmitieron Puigdemont y Romeva en la recepción de ayer. «La independencia es inexorable», aseguraron.
Respuesta fría
La respuesta del cuerpo consular ante el envite soberanista es tan fría como, no puede ser de otra manera, el mensaje que emana de las embajadas con sede en Madrid. Pese a ello, la cortesía obliga, y a la reunión de ayer asistieron, según la Generalitat, unos 60 cónsules del centenar que hay acreditado en Barcelona, entre ellos los de Estados Unidos, China, Francia, Reino Unido, Argentina, Portugal o Japón. Por tradición, Barcelona ha sido siempre una ciudad con amplia representación consular –solo por detrás de Hong Konk y Nueva York–, aunque únicamente un tercio del centenar de acreditados son diplomáticos de carrera, siendo el resto cónsules honorarios, normalmente personalidades de la sociedad civil local que ejercen esa función representativa.
La recepción de la Generalitat a los cónsules se produce normalmente una vez al año, y en contraste con los 60 cónsules que aceptaron la invitación de Puigdemont ayer, en la recepción de 2015, entonces con Artur Mas en el rol de anfitrión, asistieron unos 70.
En su intervención de ayer, Puigdemont transmitió a los cónsules un mensaje de «seguridad jurídica», nuevo mantra del soberanismo tras la oleada de preocupación que están generando el desafío soberanista y, de manera particular, el tono y fondo de la declaración de ruptura aprobada en el Parlament el 9 de noviembre.
Así, Puigdemont ofreció a los cónsules cooperación e «información» de primera mano sobre el proceso soberanista, para el que no les pidió apoyo explícito. «Os daremos mucho más trabajo. Barcelona no es una ciudad ordinaria. Cataluña no es un país ordinario. Este no es un proceso político ordinario». El «president», que alternó el catalán y el castellano en su intervención, añadió: «Ustedes saben que no están destinados a una ciudad cualquiera. Saben qué representa este palacio, saben qué representa la Generalitat y saben perfectamente cuál es el proyecto político». Romeva, por su parte, destacó que la Generalitat ha subido a rango de consejería sus «foreign affairs», aunque obvió que su propio cargo está recurrido ante el TC.
De manera elocuente, y cumpliendo a la perfección con su papel diplomático, el decano del cuerpo consular en Barcelona y cónsul de Paraguay, Juan Alfredo Buffa, no hizo ninguna alusión al proceso soberanista.