AHMED RASHID LAHORE – EL MUNDO – 28/02/16
· Será difícil lograr una paz duradera sin sentar en la mesa a los islamistas que combaten al IS.
Los esfuerzos cada vez más desesperados de EEUU por conseguir que los rusos, los iraníes y el régimen sirio acuerden un alto el fuego se están viendo socavados por la negativa de Occidente a dar cabida a los grupos islamistas extremistas más numerosos y más eficaces que están combatiendo tanto contra los yihadistas del Estado Islámico (IS) como contra las fuerzas de Asad.
La primera ronda de conversaciones fracasó a principios de este mes y pende de un hilo este segundo intento de alto el fuego de finales de febrero. Ha habido algunos avances: el Gobierno sirio, bajo la presión de Rusia y una alianza de grupos rebeldes más pequeños, conocidos como Alto Comité de Negociaciones, que están armados por los estados del Golfo [Pérsico], accedieron a adherirse a un cese temporal de los combates que ha de iniciarse en este fin de semana.
Ahora bien, para transformar la tregua en un cese de hostilidades, a todos los grupos de la oposición se les debe ofrecer la oportunidad de unirse a las conversaciones de paz. A pesar de su negativa a comportarse de acuerdo con normas aceptables (tales como romper sus vínculos con Al Qaeda), Frente al Nusra, por ejemplo, sigue siendo el grupo sirio más poderoso de los que combaten al Estado Islámico sobre el terreno. No se le debería rechazar de entrada sino invitarle a participar y comprobar si va a comportarse conforme a las reglas internacionales.
Son necesarias dosis de adaptación y compromiso. Además de la tragedia de la guerra civil, de las matanzas indiscriminadas, de la destrucción de viviendas y medios de vida y de la masiva emigración de la población a Europa, los que se quedan en Siria se encuentran en la actualidad atrapados entre el ejército de Asad y los yihadistas.
Si tiene lugar una tregua, representará el resultado más positivo de las conversaciones multipartidistas que incluyen a los principales países árabes, Turquía y Naciones Unidas. Sin embargo, la iniciativa no llega tan lejos como un alto el fuego porque todas las partes involucradas han impuesto durísimas condiciones para su aplicación. Se han establecido límites en el plazo de duración de la tregua y sobre los lugares a los que se permitirá acceder a los convoyes de alimentos, mientras que el régimen no se ha avenido a poner fin a sus bombardeos.
Los miembros del Alto Comité de Negociaciones prefieren llamar «tregua» a esto. Su objetivo principal es que llegue ayuda humanitaria a las 18 ciudades y regiones, más o menos, en las que la población se muere de hambre. Rusia parece ir en serio esta vez. Putin ha respaldado la tregua y ha afirmado que Moscú trabajará junto con EEUU en su supervisión. El acuerdo «podría llegar a ser un ejemplo de acción conjunta responsable de la comunidad internacional», declaró Putin en un comunicado. Sin embargo, el Comité no representa a los grupos rebeldes más fuertes y tampoco da cabida a fuerzas moderadas eficaces que EEUU y sus aliados podrían promover. La única opción parece estar entre islamistas menos extremistas y más extremistas.
Para debilitar al IS, transformar la tregua en un cese definitivo de hostilidades y posibilitar unas conversaciones de paz más amplias, que aborden el futuro de Asad, los negociadores deben facilitar a todos los grupos de oposición, Frente al Nusra incluido, un posible asiento en la mesa. De momento, el acuerdo de esta semana excluye al IS, Frente al Nusra, otras organizaciones como Ahrar a Sham, consideradas «terroristas» por la ONU y por EEUU, y Jaish al Islam, a la que los rusos, Irán y el régimen de Asad han colgado la misma etiqueta.
El mensaje debería ser el de que todos los grupos combatientes, con excepción del IS, puedan participar en las negociaciones siempre y cuando acepten determinadas condiciones, cuyo listón no debería ponerse demasiado alto para fomentar su cumplimiento, que podrían facilitar un alto el fuego mucho más amplio. Todos los grupos tendrían que aceptar los términos de un cese limitado de hostilidades, permitir que los convoyes humanitarios atraviesen las áreas bajo su control y comprometerse a proteger a los no combatientes, minorías incluidas.
En ese marco, la responsabilidad de decidir quién participa en futuras conversaciones recaería en los propios grupos islamistas. Éstos podrían negarse a participar, pero entonces quedarían como unos auténticos apestados. El país es una incubadora de extremismo con posibilidades de hacer estallar Oriente Próximo y de sembrar bombas en Europa. Después de cinco años de guerra, las opciones políticas de Occidente son limitadas. Cualquiera que sea la forma que adopten las conversaciones, es vital que incluyan la participación más amplia posible de todos los grupos sirios.
Rashid es autor de ‘Los talibán’.