ABC 10/03/16
· Su número dos afeó al líder de Podemos que dinamitara los puentes con Ferraz
La relación entre los números uno y dos de Podemos ha estallado. La fractura, que cristalizó ayer en la dimisión de nueve cargos madrileños afines a Íñigo Errejón y que exigen primarias, ha convertido la convivencia en la cúpula del tercer partido en votos en España en insostenible. Así lo describe un miembro de la dirección que habla de diferencias ideológicas y sitúa en el debate de investidura fallido de Pedro Sánchez el desencadenante de una guerra larvada desde hace semanas que ha desembocado en la salida en tromba de partidarios de «moderar» al partido y acercarse al PSOE y, por tanto, contrarios a la política «del portazo» de Iglesias a la investidura de Sánchez. Y más concretamente, fecha la crisis en el «enfado supino» de Íñigo Errejón con Pablo Iglesias el 2 de marzo por la acusación lanzada por el líder de Podemos, en el turno de réplica, cuando sostuvo que «el señor Felipe González tiene el pasado manchado de cal viva».
Según esa misma fuente, «desde hacía semanas el portavoz parlamentario le había pedido a Iglesias que centrara sus réplicas en afear el acuerdo del PSOE con Ciudadanos o en atacar al PP, sin entrar en alusiones personales y mucho menos resucitar la polémica con Felipe González, avivada por la defensa de éste a los presos políticos del régimen venezolano». Sin embargo, Iglesias decidió «pegar un puñetazo en la cara de los socialistas», apuntan en sus filas, con la alusión a la vinculación del expresidente con los GAL, ante la atónita mirada de su número dos, recogida ese día por todas las cámaras.
Discusión muy dura
Según describen miembros de Podemos, «la discusión fue dura y marcó un antes y un después entre las dos facciones en las que se divide la dirección: los afines a Iglesias que quieren romper con el PSOE y los de Errejón, proclives al entendimiento y a flexibilizar las posiciones, a los que se suma también una de las cofundadoras del partido, Carolina Bescansa». Sin olvidar, la adhesión de dos voces muy autorizadas: la de la alcaldesa de Madrid, Manuel Carmena, y la del dimitido eurodiputado Jiménez Villarejo.
Desde ese día, la guerra ha ido engordando pese a que Iglesias lo ha negado públicamente. Según describen en su entorno, el líder de la fuerza morada se apoya exclusivamente en su núcleo duro de Madrid, que encabeza su jefa de Gabinete, Irene Montero, y el secretario regional, Luis Alegre, fundador junto a Iglesias y a Juan Carlos Monedero del partido populista. Iglesias no lo oculta; cada vez se muestra más distante del resto de dirigentes, entre los que se cuentan el propio Errejón y Bescansa. Y más cerca, apuntan en Podemos, de la corriente Izquierda Anticapitalista, que ayer mismo pidió la ruptura con Ferraz. Esto es, la misma opción que defiende el secretario general y rechaza Errejón.
De hecho, una de las personas de mayor confianza de Iglesias, Luis Alegre, está abiertamente enfrentado con los partidarios de Errejón que ayer abandonaron la formación. Esas fuentes internas explican que Iglesias se ha convertido en el valedor del dirigente madrileño, pese a que recibe diariamente quejas por su inacción en el Consejo Ciudadano autonómico. Precisamente ese comportamiento provocó que el lunes dimitiera, a través de las redes sociales con duras críticas a Alegre, el número tres, Emilio Delgado, en la órbita de Errejón. Que el portavoz parlamentario estaba del lado de Delgado en esa polémica lo demostró otro tuit de apoyo firmado por Jorge Moruno, otro hombre del portavoz en el Congreso.
El tercero en discordia en la agrupación de Madrid es Miguel Vila (diputado al que, irónicamente, vinculó Iglesias con Andrea Levy, del PP) que, aunque ocupa el número dos en el escalafón en la capital, «solo actúa como asesor áulico del líder, desatendiendo sus funciones». Otro de los desencuentros más sonados se produjo hace unas horas cuando los partidarios de Alegre exigieron a Errejón que pidiera a su amigo, Emilio Delgado, la entrega del acta de diputado autonómico. Aunque el número dos logró parar la arremetida, la discusión también fue sonora.
El «aislamiento» de Iglesias en la cúpula del partido es cada vez más evidente y no se circunscribe al pulso de poder en la Comunidad de Madrid. De hecho, la de la capital tan solo es la sexta crisis territorial. Le han precedido las de Cataluña, País Vasco, La Rioja, Galicia y Cantabria. Hoy, todas abiertas.