La oferta de Jaime Mayor a los socialistas vascos de presentar listas conjuntas en las próximas elecciones municipales ha tenido una respuesta desabrida por parte de sus destinatarios, que han acusado al Partido Popular de tratar de aprovechar el momento de gran tensión emocional creado por el asesinato de Joseba Pagazaurtundua. La propuesta del ex ministro del Interior hay que entenderla, en efecto, en el contexto singular generado por la continua presión terrorista sobre las fuerzas constitucionalistas, a las que ETA no da respiro con su cruel acoso. Es obvio que la agrupación en una misma candidatura de formaciones que en el plano nacional se enfrentan democráticamente, carecería por completo de sentido si no se diesen circunstancias tan extremas y trágicas como las que vive cotidianamente la sociedad vasca.
Sin embargo, aunque ante determinadas amenazas resulta comprensible la búsqueda de la acción común, este recurso a la unión frente a agresiones que ponen en peligro la supervivencia misma de aquellos que cierran filas para protegerse, ha de ser realizado de manera muy cuidadosa porque si se cometen errores en la maniobra los efectos pueden ser contraproducentes. Así, este tipo de planteamientos no debe hacerse público sin contar antes con la aquiescencia, obtenida en contactos discretos, de la otra parte contratante. El PSE, que cometió el error garrafal de descabalgar a Nicolás Redondo de la Secretaría General, sueña aún con un regreso idílico a los tiempos de los Ejecutivos de coalición con el PNV, con Batasuna neutralizada y el PP condenado al ostracismo. Por tanto, la llamada ante cámaras y micrófonos a la estrategia compartida le restriega en la cara la bajeza cometida con su antiguo líder y, como es natural, suscita su airado rechazo. Además, si lo que se persigue es dejar en evidencia a Patxi López y a su equipo para debilitarles ante sus votantes, este propósito entra en contradicción demasiado flagrante con la pretendida intención de un abrazo que se escenifica como noble y generoso.
Tampoco es seguro que el gesto rotundo de fundir en una aleación excepcional dos metales de difícil amalgama despierte la adhesión de los electorados respectivos, cuyas filias y fobias atávicas son susceptibles de provocar reacciones imprevistas. Es mejor y probablemente más efectivo establecer pactos sistemáticos con carácter general para, una vez celebrados los comicios en un clima de mutuo respeto y apoyo en la adversidad de las organizaciones vascas de los dos grandes partidos nacionales, conseguir en todas aquellas localidades donde sea posible un Consistorio comprometido con la Constitución y el Estatuto. Las descalificaciones y los reproches que se han producido con motivo de este episodio desmoralizan profundamente a los centenares de miles de vascos que desean fervientemente recuperar la libertad y la dignidad colectivas.
Aleix Vidal-Quadras, LA RAZÓN, 14/2/2003