Trump y China, a un paso de la colisión

EL MUNDO 13/12/16

· El presidente electo de EEUU insiste en ignorar la política de ‘una sola China’
· Temor al estallido de una crisis bilateral de alcance impredecible

El uso que el presidente electo Donald Trump hace de las redes sociales –fundamentalmente de Twitter–, que utiliza para dar a conocer nuevos nombramientos, medidas políticas y económicas, así como pensamientos de cualquier tipo que a menudo incluyen ataques a aquellos que le critican, ha generado una gran controversia. Sin embargo, Trump no es el primer líder político que ha usado –y abusado– de Twitter como herramienta de gobierno y como única vía de interacción con los medios de comunicación. De hecho, Trump bien podría estar siguiendo el ejemplo de las élites paquistaníes. Los resultados de gobernar desde Twitter son devastadores.

Durante los últimos tres años, tanto los militares como el Gobierno civil de Pakistán han utilizado Twitter sin descanso para emitir comunicados oficiales sobre temas tan diversos como la guerra contra el terror, la política exterior y reacciones a sucesos del día a día. Sus enfrentamientos en Twitter han demostrado también lo muy en desacuerdo que se encuentran ambos estamentos.

Los medios de comunicación han sido la primera baja. Este uso sin precedentes de Twitter ha puesto en riesgo la libertad de expresión en Pakistán, porque impide a los periodistas plantear preguntas, no es transparente, y fomenta la censura del Estado sobre aquellos temas que el Gobierno simplemente no quiere tratar a través de dicha red social.

La situación de los medios de comunicación paquistaníes es tal que si determinados temas no son tratados por el ejército o el Gobierno a través de Twitter, se consideran fuera de los límites de la prensa. Y ésta es la peor de las censuras.

Una de las consecuencias de todo esto es que los generales y los políticos han dejado de dar ruedas de prensa o de comparecer ante los medios como había sido la norma en el pasado. Actualmente se da por hecho que un tuit de 140 caracteres contiene información suficiente, y los medios han de conformarse con ello.

Nawaz Sharif, el primer ministro paquistaní, cuya familia gestiona una célula mediática en la propia oficina del mandatario tuiteando su agenda diaria así como sus logros, representa hasta dónde puede llegar el fenómeno. Los medios no tienen acceso a ninguno de los miembros de su familia. Anteriormente era el Ministerio de Información, formado por burócratas que sí estaban a disposición de la prensa, quien diseñaba la estrategia de comunicación del Gobierno.

En el otro extremo se encuentra la oficina de relaciones públicas del ejército, Inter Services Public Relations (ISPR), que gestiona la relación con los medios en nombre de los tres cuerpos armados. El ISPR tuitea sobre política exterior y estrategia de contraterrorismo, mientras publicita sin descanso las actividades diarias y los comunicados del general Raheel Sharif, quien hasta finales de noviembre pasado fue jefe militar del Estado Mayor y en consecuencia el hombre más poderoso del país.

Cuando comencé a trabajar como periodista, el ISPR estaba dirigido por un general de brigada, y su personal no llegaba a una docena de oficiales, la mayoría de los cuales se entendía bien con los medios de comunicación. Hoy en día encabeza el ISPR un teniente general que dirige a cientos de subordinados. Muchos periodistas creen que su principal trabajo es seguir y controlar a los medios de comunicación, más que facilitar información.

Una de las consecuencias de la tuiterización de las noticias es la total falta de transparencia. Nuestros líderes ya no responden ni frente a los medios ni frente al público. El primer ministro Nawaz Sharif no ha dado una sola rueda de prensa desde que asumió el poder hace casi tres años. Permanece totalmente inaccesible a la prensa salvo por un par de entrevistas televisivas concedidas a sus presentadores favoritos.

Jamás entra en contacto con periodistas, al contrario que sus predecesores, quienes lo hacían con frecuencia permitiendo a los medios tener una idea de quién era el hombre al mando del ejército.

Los periodistas americanos ya se han dado cuenta de lo que les espera y son muchos en la profesión los que instan a sus colegas a dejar de cubrir los tuits del señor Trump. Los americanos se enfrentan ahora a algo con lo que los paquistaníes conviven desde hace tiempo: un Gobierno que gobierna desde Twitter, lo que lleva a la pérdida de libertad de prensa, de responsabilidad y de transparencia. Los gobiernos deben responder ante a los ciudadanos más que esconderse detrás de Twitter.

Pekín envió el pasado fin de semana una flotilla con una decena de aviones, incluidos los bombarderos H-6K, capaces de transportar bombas nucleares, a las inmediaciones de Taiwan y Japón en un gesto que refleja la escalada de tensión que sufre la región, azuzada por los repetidos encontronazos verbales del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, y las autoridades del Partido Comunista Chino.

Las maniobras «rutinarias» –en palabras de Pekín– provocaron una doble alarma tanto en la isla como en el cercano Japón, que hizo despegar a dos aviones F-15 para vigilar a la patrulla china.

Las dos naciones se enfrascaron a continuación en un cruce de señalamientos en el que la República Popular China (RPCh) acusó a las aeronaves japonesas de maniobrar de forma «peligrosa» y demasiado cercana a sus aparatos, y disparar «bengalas de señuelo».

Tokio negó de forma enfática esta versión de los hechos y un portavoz de su ejército dijo que sus aviones no habían obstruido el trayecto de la patrulla china. «No ocurrió nada extraordinario», aclaró.

Un diario estatal chino, el Global Times, se encargó de añadir relevancia al altercado al estimar que este último episodio parece indicar que «Pekín y Tokio se encuentran sólo a un paso» de una confrontación militar aérea.

«Las consecuencias serían muy severas… Es difícil decir si China o Japón podrían impedir que la situación derivase en un conflicto a gran escala», refirió el matutino.

Los ejercicios militares aéreos de la RPCh –los segundos de este tipo desde el pasado 25 de noviembre– también agravaron la desazón en Taiwan, donde la última acción fue usada como justificación por el ministro de Defensa local, Feng Shih-kuan, para instar a los jóvenes a alistarse en el ejército isleño.

Feng consideró que la presencia de las aeronaves de Pekín había sido una «táctica de intimidación militar» y «un aviso». Las autoridades de Taipei reconocieron que cuatro aviones de Pekín que formaban parte de un contingente de 10 aeronaves estuvieron sobrevolando las proximidades de su espacio aéreo durante casi cuatro horas.

El diario Apple Daily aseguró que los misiles de la defensa antiaérea isleña llegaron a activarse, algo que negó el Ministerio de Defensa de Taipei.

Sin embargo, este departamento admitió que la proximidad de los aeroplanos había propiciado una movilización parcial de las fuerzas armadas locales.

«No puedo revelar cuántos aviones, barcos y tropas terrestres se desplegaron. Se utilizaron las fuerzas necesarias. Con estos vuelos de entrenamiento, China está recabando información sobre nuestras capacidades militares», relató el general Chen Chung-chi.

Expertos citados por los medios de comunicación de Taiwan reconocieron que estas maniobras conllevan un mensaje de Pekín, donde diarios como el citado Global Times habían pedido que el reciente diálogo telefónico entre Trump y la presidenta local, Tsai Ing-wen, tuviera como consecuencia una intensificación en la presión sobre el territorio bajo la autoridad de Taipei.

La gesticulación de Pekín hacia los dos principales aliados de EEUU en la región se produjo tras los últimos desplantes que ha protagonizado Trump respecto a la RPCh y tan sólo horas antes de que éste agudizara la creciente brecha que está creando entre la nación asiática y Estados Unidos al cuestionar el futuro de la política de «una sola China» que ha mantenido Washington desde que reanudó su relación diplomática con la China comunista en 1979.

En una entrevista con la cadena Fox News, Trump dijo «no saber por qué tenemos que estar confinados por la política de una sola China a no ser que consigamos un pacto con China en otros asuntos, como el comercio».

Las palabras de Donald Trump generaron una inmediata reacción del Ministerio de Exteriores de la República Popular China, que advirtió que está «seriamente preocupada» por este tipo de manifestaciones.

Para Geng Shuang, representante de ese departamento, si EEUU abandona el principio de «una sola China» acabará con «la base de las relaciones chino-estadounidenses», dando a entender que podría llegar incluso a una ruptura de las relaciones diplomáticas bilaterales.

«La cuestión de Taiwan afecta a la soberanía y la integridad territorial de China. Está ligada a los intereses fundamentales de China. Pedimos urgentemente al nuevo líder de Estados Unidos que comprenda lo serio que es este asunto», puntualizó el funcionario.

Trump provocó una respuesta todavía más virulenta del citado Global Times, que le tachó de «ignorante» en materia de política exterior y precisó que si el próximo jefe de estado norteamericano modifica el actual status quo, Pekín no tendría ninguna razón para priorizar «la paz por encima de la fuerza para recuperar Taiwan».

Exhibiendo su estilo más belicoso, el periódico, que, aunque no representa la posición oficial del Partido Comunista de China, sí suele recoger la postura de los sectores más conservadores de la formación, sugirió que en dicho caso Pekín debería suministrar «armas» a los adversarios de Washington.

«La política de una sola China no es algo sobre lo que se pueda negociar. Parece que Trump sólo entiende de negocios. Piensa que a todo se le puede poner un precio», escribe el periódico en su editorial.

Las relaciones entre Pekín y Washington se basan en la declaración de Shanghai del año 1972 que marcó la reactivación de los contactos entre ambos estados gracias a la histórica visita del presidente Richard Nixon a ese país. Dicho texto indicaba que Washington asumía que «sólo hay un gobierno legal de China» y «reconocía» la posición de Pekín «de que sólo hay una China y Taiwan es parte de China».

En su conversación con el periodista de Fox News, Donald Trump sostuvo que se negaba a que China «le diga» lo que puede o no puede hacer, repitiendo acusaciones contra Pekín que parecen colocarle en un camino de colisión directa con la nación asiática y en vísperas de una crisis bilateral de alcance impredecible.


EL ESCÁNDALO RUSO
Investigación.
La Casa Blanca anunció ayer que apoya que el Congreso realice una investigación, como están pidiendo senadores demócratas y republicanos, de los ciberataques posiblemente orquestados por Rusia para ayudar al ahora presidente electo de EEUU, Donald Trump, a ganar los comicios de noviembre.

Revisión «justificada».
En su rueda de prensa diaria, el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, aseguró que el Gobierno apoya desde hace tiempo que el Congreso lleve a cabo «una revisión» de esos ciberataques, que Trump se resiste a atribuir a Rusia. A juicio del portavoz del presidente Barack Obama, la revisión del Congreso «está justificada» si se tiene en cuenta «lo que está en juego y las consecuencias» de ese pirateo.

La conspiración .
El polémico magnate apuntó ayer por su parte que «si los resultados electorales hubiesen sido los opuestos y hubiésemos intentado jugar la carta rusa», entonces «lo llamarían una teoría conspiratoria».