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En el balance del año de corazones partidos, los cronistas del gremio anotan a Feliciano y Alba Carrillo, Mar Flores y Javier Merino, Telma Ortiz y Jaime del Burgo, Carme Chacón y Miguel Barroso… Pero, por alguna razón insondable, no a Iglesias y Errejón. Ese es el divorcio del año. Lo suyo sí que es una pasión despedazada. En la casa común de Podemos han librado su propia Guerra de los Rose. En coherencia con las estadísticas familiares, ha sido en Nochebuena, la noche estelar del cuñadismo: ahí las dos familias se han declarado la guerra. La contrición de Iglesias es táctica. Podemos era una amenaza y ahora es media amenaza. Buscan el nacionalismo para ensanchar el radio y entretanto, como advertía Lukacs en su Historia del Siglo XX, al agotársele los enemigos exteriores, han comenzado a buscar enemigos en el interior. El dogmatismo estalinista cumple con su lógica. En Podemos todo empieza a ser demasiado previsible.
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Albert Rivera tiene un problema: comienza a ser una referencia en pretérito. Así acaba 2016. Y esa es la peor conjugación para conquistar el futuro. Un año atrás, las encuestas incluso apuntaban la hipótesis de segunda fuerza, pero sólo han logrado la temida escala de bisagra. A diferencia de Podemos, su discurso racional no genera pasión. No tienen la ventaja institucional de la vieja política ni el ventajismo populista de la nueva. Han cometido errores, sobre todo no gobernar y perderse en la aritmética menor. La redefinición ideológica y la negación de las corrientes críticas delatan el atrincheramiento de Rivera, que hace un año era el yerno ideal que todo español querría para su hija o para su democracia. Pero si el partido era Él, sin Él no hay partido.
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El triunfador de 2016 es Rajoy, muerto oficial al comenzar el año 2015. Eso quizá estimule a sus rivales. Es Campeón Nacional de Resistencia, y de creer a Merkel, Campeón de Europa. En enero comunicó al Rey que renunciaba a la investidura, y ganó la Presidencia. España se ha convertido en una referencia de estabilidad política; y, a él, la minoría y Aznar incluso lo han moderado. Don Tancredo cierra el año devolviendo a los corrales a sus tres jóvenes oponentes: Sánchez (44), Iglesias (38) y Rivera (37). Parece que Rajoy, para sobrevivir, no necesita aliados; le basta con sus rivales.