JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 07/05/17
· A diferencia de los norteamericanos y los ingleses, los franceses se andan con cuidado con las cosas de comer.
Ganará Macron, no porque lo dicen las encuestas ni las calumnias que ha sufrido, sino porque Marine Le Pen se derrotó a sí misma en el debate televisado. La televisión es un medio «frío», que se ve más que se oye, donde el televidente siente que los insultos, amenazas, gestos en la pequeña pantalla van contra él tanto como contra el interlocutor, con quien se solidariza. Mmd. Le Pen eligió esa táctica agresiva y, en vez de acercarse a su rival, se alejó. Tal vez lo hizo por no tener otros argumentos; tal vez, por estar mal aconsejada, como Nixon en el debate televisado con Kennedy, que se presentó con una sombra de barba que acentuaba su lóbrego aspecto. Y perdió. Quienes siguieron el debate por radio, en cambio, le consideraron vencedor.
Aunque puede que no haga falta ir tan lejos y baste con atribuirlo a que la razón se ha impuesto a la indignación. Seguro que los franceses están tan indignados como el resto con unos políticos que no supieron prever la crisis económica ni encontrarle salida, a más de corruptos. Pero tras darles un buen varapalo en la primera vuelta electoral, no están dispuestos a llevar tan lejos su venganza que pudiera volverse contra ellos. Si se fijan, los contendientes en esta segunda vuelta no pertenecen a los partidos tradicionales, son gente nueva. Aunque no tan nueva como para que no se les conozca.
La pugna está entre la heredera de un frente ultraconservador, al que intentaba eliminar su tufo neonazi envolviéndolo en la aureola del nacionalismo más reaccionario, y un joven liberalsocialdemócrata que, entre otras cosas, ha sido banquero y ministro, pero reniega de las prácticas de ambos y promete una Francia adaptada a las nuevas circunstancias del mundo. Ambos contendientes rechazan la dualidad izquierda-derecha y seguro que muchos excomunistas votarán a Le Pen, como otros votarán a un exbanquero, tan liadas están las cosas.
Pero lo que la mayoría no parece haber olvidado es que son franceses y que su país está por encima de todo. Una suerte, porque una Europa Unida puede existir sin Inglaterra, pero no sin Francia, o sería una Europa reducida a la mínima expresión, bajo la batuta alemana.
Dos reflexiones finales, la primera, obvia: estoy vendiendo la piel del oso antes de haberlo cazado, o sea, puedo equivocarme y, tras las sorpresas de los últimos meses, todo es posible. De ser así, echaré ceniza sobre mi cabeza al pedir perdón. Pero, repito, no lo creo por las razones expuestas y otra de mayor peso: a diferencia de los norteamericanos, los españoles y, ¡quién lo diría!, los ingleses, los franceses se andan con mucho cuidado con las cosas de comer. Cuando votan, sobre todo en segunda vuelta, se lo piensan muy bien. Tan patriotas como el primero, saben que el destino de Francia está en Europa y en planeta global. Veo forcejear a Sánchez, a Iglesias, a López, a Rivera, y me pregunto: ¿cuándo aprenderemos?
JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 07/05/17