LUIS FERNANDO VALERO
· Oriana Fallaci en su libro «La rabia y el orgullo» afirma: «Hay momentos en la vida en los que callar se convierte en una culpa y hablar en una obligación. Un deber civil, un desafío moral, un imperativo categórico del que uno no se puede evadir».
La guerra declarada contra nuestro modo de vida por el ISIS o el Estado Islámico o el DAES, es lo mismo como le llamemos, la verdad simple y escueta es que ha decidido eliminar nuestra forma de vida, esa, en la que todas las personas tenemos los mismos derechos sin discriminaciones de género, religión, ideología, raza…
Y para ello usa un arma de auténtica destrucción masiva, que es el atentado indiscriminado en cualquier parte de nuestro mundo con el que compartimos esa escala de valores, es igual Nueva York, que París, Madrid, Barcelona, Berlín, Londres, Niza, Cambrils… Lo importante es despertar, en los que vivimos con esa escala de valores, el miedo, que nos acobardemos y por el instinto de conservación nos arruguemos, nos encojamos, y dejemos de vivir como lo hacemos por aquello de que ‘puedo morir si me paseo tranquilamente’.
Oriana Fallaci, que sufrió en carne propia la incomprensión de los que por miedo le decían que era una extremista, una intransigente por sus afirmaciones claras y contundentes cuando decía que no nos engañáramos, lo que aquí se estaba jugando era una Guerra Santa y la historia de la Humanidad ya nos ha demostrado cuales son los resultados.
Los que deseen saber a dónde conduce el quietismo buenista, ese que siempre encuentra excusas para no comprometerse con uno mismo y los demás y encerrarse en un hermético aislamiento creyendo que con eso está a salvo, se equivocan. Lean «La rabia y el orgullo».
Los que hayan leído ‘Patria’ de Fernando Aramburu podrán darse cuenta que el mirar para otro lado sirve de poco a la larga, vuelve a cumplirse lo que ya señaló Martin Niemöller: «Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a por los judíos, no pronuncié palabra, porque yo no era judío. Cuando finalmente vinieron a por mí, no había nadie más que pudiera protestar».
No se equivoquen el jueves fue Barcelona, antes había sido París, Londres… Pero diez horas después del atentado de Barcelona fue en Cambrils. Que cada uno reflexione quién quiere robarnos nuestro modo de vida. No debemos dejarnos llevar por la rabia, el orgullo o la violencia pero tampoco caigamos en brazos del buenismo, el mirar para otro lado o aquello de ‘a mí no me tocará’.
No es casualidad que los organismos que defensa de nuestro modo de vida que garantizan nuestra seguridad se llamen Servicios de Inteligencia.
Usémosla, informémonos, pensemos y sobre todo eduquemos a nuestros hijo, nietos y a nosotros mismos a fin de que todo lo que hemos conquistado no pueda ser tirado por la borda por cobardía, miedo o inconsciencia.
Leamos lo que han escrito otros, estemos o no de acuerdo con ellos, informémonos bien, eso es clave en el desarrollo de la «Inteligencia», contrastemos pareceres, y sigamos un camino de reflexión no caigamos en simplezas como la de Houellebecq que sostuvo: «El Islam es la más tonta de las religiones». Porque eso se puede decir de todas. Pero leamos su libro «Sumisión» y analicemos que podemos decir de sus opiniones.
Charles Péguy: «Adelantarse, retrasarse, ¡cuánta inexactitud! Llegar a la hora es lo único exacto». Leamos a Alain Finkielkraut en su libro ‘Lo único exacto’, y veamos en que tiene razón. Leamos a Giovanni Sartori y pensemos en que tiene razón y en que no en ‘La Sociedad Multiétnica. Pluralismo, Multiculturalismo y Extranjeros’. O en ‘La Carrera hacia Ningún Lugar’. Reflexionemos sobre lo que dice y saquemos conclusiones. Leamos a Ayaan Hirsi Ali, una islámica que ha sido una gran crítica del Islam, llamando a una reforma de la religión. Y por ello fue perseguida. Pensemos en que tiene razón
Aprovechemos estos momentos de dolor para sacar lo mejor de nosotros mismos, para mejorar lo que hemos hecho mal pero sobre todo para saber que si no estamos unidos nos derrotaran.