El Correo-TONIA ETXARRI

Empezó su comparecencia más duro de lo habitual con el independentismo. Para apaciguar, sobre todo, los ánimos soliviantados en el PSOE, en donde algunos dirigentes empiezan a creer que su condescendencia con los rupturistas está minando su credibilidad electoral. Pero fueron fuegos de artificio. Solo amagó. Sin propuestas concretas para afrontar el desafío de la Generalitat. Con su fórmula de lanzar agua al fuego, Pedro Sánchez solo se atrevió a decir que si los gobernantes catalanes rompían la ley él daría una respuesta «firme pero serena», «proporcional pero contundente». Hasta ahí pudo leer. Y si no garantizaban el orden público enviaría refuerzos policiales.

Como su permanencia en La Moncloa depende del apoyo de quienes quieren separarse de España, su contundencia se quedó en la teoría: una advertencia. Y su concreción se paró frente a dos puertas: la del artículo 155 y la de las elecciones. Pablo Casado y Albert Rivera se lo reclamaron durante toda la sesión del hemiciclo.

Sánchez, con sus 84 diputados y el apoyo de populistas y nacionalistas, no pudo mantener sus equilibrios. A quienes quieren trocear España les debe el poder en donde se ha instalado. Condescendiente, pues, con los rupturistas y virulento con los constitucionalistas. Implacable con el PP y Ciudadanos, que van a poder desalojar al PSOE 

de Andalucía del poder si fructifica su pacto alternativo. Ayer Sánchez respiraba por la herida. Tiene su casa revuelta e intentó mostrarse más duro con el equipo de Quim Torra para acallar las críticas. Pero la jugada no cuajó. Empezó por recriminar a los independentistas que no acataran las sentencias de la Justicia, como hicieron en su día sus homólogos en Baviera y el Véneto. Para terminar por meterse en el jardín de la contradicción, que es donde se mueve este presidente como pez en el agua. Porque admitió, a los mismos a los que había recriminado que no acatasen las sentencias, su comprensión con su actitud crítica ante un Estatut «que carece ahora mismo de legitimidad». ¿En qué quedamos? ¿Acatamiento o vía unilateral?

Le molesta reconocerlo. Pero Pedro Sánchez está atrapado por los compromisos adquiridos en su moción de censura. No es una conjetura de sus adversarios. Es la reclamación de sus socios, que ayer destaparon las cartas. Tanto ERC como PDeCAT le recordaron que está en La Moncloa gracias a ellos. Y Tardà creyó que había llegado el momento de hablar sin tapujos. Y le recordó que le apoyaron para negociar el referéndum y la amnistía de sus presos. Está esperando cobrar su factura.

Con la situación tan inflamada en Cataluña la oposición constitucionalista le emplaza a garantizar la convivencia de los ciudadanos. Con un razonamiento de silogismo básico: si el presidente del Gobierno no aplica el 155 y los cortes de carretera y ataques a juzgados con estiércol les está saliendo gratis a los CDR… está dando por hecho que el Ejecutivo catalán está cumpliendo con sus funciones. Y la realidad es otra. El próximo día 21 Pedro Sánchez celebrará el Consejo de Ministros en Barcelona. Quim Torra garantiza que el Gobierno se pueda reunir y que los CDR se puedan manifestar. Y aquí paz y después gloria. Durante toda la sesión de ayer este presidente que prometió convocar elecciones en el plazo más breve posible no disimuló su pánico a las urnas. Por mucho que el CIS le prepare a la opinión pública. Por mucho que ayer deslizara ya algunos mensajes en clave electoral (el voto a Ciudadanos es inútil, por ejemplo). Las elecciones andaluzas le han dado un aviso. Por eso quiere seguir teniendo tiempo. Y que su reloj, como el bolero, no marque las horas. Tic, tac.