LA CAMPAÑA ya está prácticamente acabada, una vez consumidos los debates. Lo cual significa que ya falta menos para el siguiente episodio ignominioso de estos años españoles, que consistirá o bien en un nuevo bloqueo, o bien en la puesta en marcha de un gobierno atroz y hemipléjico en términos machadianos. Cuando la decadencia es política, ni siquiera puede uno agarrarse a una ilusión con la posibilidad de fichar a Mbappé. Encima ahí fuera regresó un invierno extemporáneo y alegórico.
Hagamos balance de estas casi dos semanas, por pasar el rato. Conclusiones. El bipartidismo, o como prefieran ustedes llamar a aquel turnismo más o menos sometido a las coacciones nacionalistas que había que ventilar como fuera, ha dejado paso a una barahúnda de siglas menores, insignificantes por sí mismas, incapaces de construir nada duradero y de conceder al país un proyecto estable. Viene ocurriendo desde hace ya algunos años y seguirá siendo así. Elecciones frecuentes e inútiles al estar sucedidas por un bloqueo. Gobiernos que no tienen media bofetada parlamentaria y que caen en una moción o fracasan con los presupuestos. Debilidades que favorecen las virtudes de los logreros, los chantajistas y los jetas. Sánchez está en ese sentido tan adaptado a la época que Darwin lo estudiaría. Luego está el contexto en el que vuelven a circular odios y antagonismos ideológicos contra los cuales se suponía que la Transición había funcionado como antídoto. Todo esto ha terminado de quedar evidenciado en el ruido estéril de los debates, donde encima faltaron personajes vocingleros que sí estarán en el parlamento agregando corrosión a lo que ya está roto. Los debates también confirmaron la espeluznante baja calidad de cualquiera de los que tienen posibilidades de gobernar. Como se ve, estoy como para ponerme a silbar Always Look On The Bright Side Of Life.
En lo positivo, rescato el coraje y el ejemplo moral de los políticos y los intelectuales que dieron la cara en la calle y se enfrentaron a una bicha nacionalista absolutamente violenta y desinhibida que quiere apoderarse de espacios y clausurarlos para la libertad. Obviamente, la situación no es tan dramática como cuando había terrorismo, pero sí más peligrosa en términos institucionales porque esos matoncitos nacionalistas, erigidos escandalosamente como árbitros de la democracia con las credenciales progresistas concedidas, pueden ser determinantes en una sórdida refundación nacional que se está fraguando. Ole ahí.