JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA-El Mundo

ESCRIBO esto con la esperanza de que Josep Borrell no lo lea. Porque le acaban de dar el trabajo más difícil del mundo: representar internacionalmente a una Unión Europea que no tiene muy claro si quiere tener una política exterior que merezca tal nombre. A partir del 1 de noviembre, si consigue superar un procedimiento de audiencia parlamentaria que no por casualidad se llama parrilla (grilling), accederá al puesto de alto representante de la Unión Europea para los Asuntos Exteriores y la Política de Seguridad. Si el presidente de Estados Unidos es POTUS (president of the United States), Borrell será el ARUPES. No será ministro de Asuntos de Exteriores de la UE porque el Tratado de Lisboa quiso evidenciar que la UE no es un Estado, que la Comisión no es un Gobierno, que los Comisarios no son ministros y, sobre todo, evitar que el designado se creyera que mandaba sobre los ministros de Exteriores de los 28, cuando en realidad es poco más que su delegado.

Borrell no será ni siquiera un primus inter pares sino lo que los anglosajones llaman un chair precisamente para distinguirlo de un president, es decir, alguien que preside las reuniones pero no es el presidente. En otras palabras, Borrell tendrá alrededor de la mesa a 28 ministros (quizá solo 27) que querrán que la UE adopte y defienda sus intereses nacionales, pero raramente ceder para conformar una posición común. Y como la regla de votación es la unanimidad, el bloqueo y la frustración están servidos.

Borrell tendrá dos despachos: uno en la sede la Comisión Europea, donde será vicepresidente, y otro en el edifico colindante donde está la sede del Servicio de Acción Exterior de la UE o SEAE, el servicio diplomático de la UE. En su organigrama verá que hay 140 delegaciones y unos 5.600 funcionarios repartidos entre Afganistán y Zambia. Para complicar las cosas tendrá bajo su responsabilidad al Comité Militar de la UE, es decir, el brazo responsable de las misiones militares de la UE. Dos despachos suena bien, pero los pisará poco: en realidad su despacho verdadero estará en una butaca de avión, donde pasará la mayor parte del tiempo dirigiéndose a participar en cumbres bilaterales o multilaterales cuando no haciendo de bombero en alguna de las múltiples crisis que le tocará vivir. Y pese a que el ARUPES actúa en el mundo en nombre de 500 millones de europeos ricos, carece de avión oficial, así que se lo podrán encontrar en cualquier aeropuerto del mundo esperando para embarcar. Pero que todo esto quede entre nosotros: si le ven, denle la enhorabuena. Es un magnífico puesto.