Un poco de vergüenza

SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO

La noticia de la semana se produjo el miércoles en Santander, durante el encuentro entre el candidato a la Presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, y el único apoyo que hasta el momento tiene garantizado, que es Miguel Ángel Revilla. Durante su efusivo encuentro a las puertas del restaurante donde se iban a empujar un menú del día, un camarero de otro restaurante situado enfrente, en la misma calle Bonifaz, dirigió un sonoro insulto al presidente llamándole «hijo de puta».

«Oiga», le interpeló Revilla, para pasar inmediatamente al tuteo: «Un respeto. Me da vergüenza (de) que trabajes en Cantabria tú y llames hijoputa a alguien». El camarero faltón insistió, diciendo que «respetar a España es lo que tiene que hacer él», mientras el mago de las anchoas insistía: «Me avergüenzo de ti». Ya ha sido glosado el anuncio de que al día siguiente volvería para «coger por banda» al grosero interpelante, en lo que todos interpretaron como una convocatoria para el jueves. Y volvió, aunque los periodistas debieron conformarse con el relato de Revilla, que peca de cierta inverosimilitud: «Está avergonzado. Ha pedido perdón y ha llorado».

Insulta al presidente del Gobierno y pide perdón al gobernante autonómico, pero tiene razón el presidente cántabro en que no son maneras. El doctor Sánchez supo hacerse convenientemente el distraído: «¿Por qué estaba insultando este hombre?», «Porque dice que está jodiendo España, yo qué sé». A la salida remató la explicación aludiendo a su temperamento: «No me suele ocurrir». Efectivamente.

El 16 de diciembre de 2015, el entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, fue víctima de una agresión, cuando un joven le propinó un puñetazo en la cara en el centro de Pontevedra. Revilluca comentó aquel mismo día el incidente, quitándole hierro al tema: «La agresión a Rajoy es un incidente aislado de un descerebrado». Es cierto que no justificó el ataque y hay que tener en cuenta que en Pontevedra no tiene jurisdicción. Una determinación como la suya hace de él un escolta sumamente eficaz a pesar de ser bajito, pero lo más interesante de la anécdota está en el extraordinario juego de inversión que pone en práctica: me avergüenzo que trabajes en Cantabria y me avergüenzo de ti.

El orden natural de las cosas le parece a uno que es la posibilidad de que nosotros, los paganos, nos avergoncemos de nuestros gobernantes por múltiples motivos: porque incurrieron en plagio al hacer su tesis doctoral, porque mintieron al respecto, porque colocaron a dedo a sus mujeres en empleos a los que no acuden y para los que no están capacitadas, por usar el Falcon oficial para ir a un concierto de rock, por el pacto tácito con los batasunos Navarra, por llevar cuatro meses y medio sin dar un palo al agua mientras descarga la obligación de negociar sobre sus adversarios. ¿Y ahora resulta que son ellos los que pueden avergonzarse de nosotros? Carmen Calvo y Ni-ni Lastra piensan que no estamos a su altura, hay que joderse.