Pablo Sebastián-República.com

Imaginen por un momento que Pedro Sánchez hubiera dicho la verdad de todo lo que pensaba hacer para ganar las elecciones y alcanzar el poder, en lugar de lo que dijo durante la pasada campaña electoral de noviembre, en la que prometió penalizar el referéndum ilegal, y no pactar con Podemos, ni con ERC ni con Bildu, o que los golpistas cumplirían íntegras sus condenas y que él traería a España a Puigdemont.

Imaginen, por el contrario, que Sánchez hubiera dicho la verdad y anunciado la coalición con Podemos o los indultos para los golpistas catalanes, o la reforma del Código Penal para así favorecer a los presos condenados por el Tribunal Supremo, o que crearía en Cataluña una Mesa de diálogo ‘bilateral’ entre Gobiernos para hablar de la amnistía a los golpistas y de una consulta catalana y de autodeterminación.

O que cedería al Gobierno vasco la gestión de la Seguridad Social. O que no recibiría al venezolano a Juan Guaidó en La Moncloa y sí en el aeropuerto de Madrid la vicepresidenta de Maduro. O también que Sánchez nombraría a Pablo Iglesias vicepresidente del Gobierno y a la ministra Dolores Delgado Fiscal General del Estado.

Y que le concedería a Cataluña y al País Vasco muchas más ventajas de competencias, autogobierno soberanista y financiación con los fondos del Estado, que al resto de Comunidades Autónomas rompiendo la solidaridad inter regional.

Imaginen que Sánchez hubiera anunciado todo esto que luego ha hecho para lograr la investidura y unos Presupuestos plagados de impuestos para así lograr el apoyo de Podemos y del soberanismo catalán y garantizarse la estabilidad de la legislatura.

Si Sánchez no hubiera mentido en casi todo lo que prometió al conjunto de los españoles y hubiera dicho la verdad de lo que pensaba hacer para ganar las elecciones y permanecer en el poder ¿qué habrían votado entonces los españoles en la jornada electoral del 10 de noviembre? Pues en ese caso es muy probable que el PSOE habría perdido las elecciones.

Sánchez no solo mintió a los españoles sobre lo que dijo que no haría o lo que sí haría, sino que al final ha hecho todo lo contrario de lo que prometió. Engañando no solo a todos los españoles sino también a los dirigentes y a los candidatos del PSOE que colaboraron en una campaña electoral con un programa lleno de mentiras y contrario a los intereses generales de España.

Y ahora este país está donde está a las órdenes del sedicioso preso Oriol Junqueras y del condenado e inhabilitado Quim Torra que le impone a La Moncloa, a toque de corneta, el día y la hora de la Mesa de Diálogo (ahora prevista para el miércoles 26) para el inicio de las concesiones que este Gobierno hará al soberanismo catalán, con la flagrante discriminación del resto de las Comunidades Autónomas.

Y todo esto que aquí se dice son hechos y no opiniones o interpretaciones de lo que ha ocurrido y está ocurriendo en España desde el 1 de noviembre de 2019 hasta el día de hoy, en apenas tres meses y veinte días.

Y lo que ocultan y manipulan los grandes medios de comunicación del país, y sobre lo que callan y lo aceptan los barones regionales del PSOE y los más grandes responsables del poder económico y financiero de España. Los que se declaran horrorizados en privado por lo que está aconteciendo, al tiempo que ocultan su pretendido y falso patriotismo en la cartera que desde luego no está en su cabeza ni en su corazón.

Si a ello le añadimos la ausencia de liderazgo y de astucia y eficacia política de la Oposición, entonces veremos la orfandad y desolación que empieza a sentirse en amplios sectores de la ciudadanía española.

Especialmente entre los catalanes españolistas y constitucionales que viven en Cataluña, en muchas veces bajo amenazas y en continua tensión y que ahora ven con estupor como el Gobierno de España se ha puesto del lado del bando separatista catalán, lo que les deja a esta importante mayoría de catalanes en el mayor abandono y soledad institucional. Camino de la que sin duda será su desmovilización electoral.