Ignacio Marcos-Gardoqui-El Correo

Ahora empieza lo bueno. Hasta el momento y como es natural, la deriva de los acontecimientos sanitarios han acaparado la atención mediática. No hay conversación en este país de más de cinco minutos de duración que no incluya alguna referencia al maldito virus. Pero le aseguro que a partir de ahora, las derivas económicas van a ganar espacio entre nuestras muchas inquietudes. Se ha dicho que la auténtica heroicidad de nuestros días es quedarse en casa y no contagiar. Lo dijo el propio presidente Sánchez en su discurso al País del viernes. No es verdad. Eso podrá ser relativamente incómodo o más o menos aburrido, pero la verdadera heroicidad es la de ir a trabajar en estas condiciones. Es heroica la postura de los sanitarios que siguen atendiendo a los enfermos, son heroicos los trabajadores de los comercios que permanecen abiertos. ¿Y los trabajadores que siguen produciendo en las fábricas? También lo son.

Está muy bien eso de que nos cuidemos, nos quedemos en casa y teletrabajemos. Yo lo hago desde hace año y le aseguro que no tiene ningún mérito. Siempre escribo estos mamotretos desde mi casa o desde cualquier otro lugar, es sencillo. Pero los que fabrican las medicinas que necesitamos, los que ordeñan las vacas cuya leche bebemos, los que pescan los peces o matan los pollos o recogen las naranjas que comemos o producen la gasolina que consumimos no pueden teletrabajar y necesitamos que continúen con sus trabajos. Necesitamos que alguien produzca todos los bienes que vamos a consumir durante la cuarentena. Muchos pensarán que si no los fabricamos aquí podemos comprarlos fuera e importarlos de países que no pasen estas angustias. Cierto, pero en cualquier caso necesitamos que alguien trabaje en los barcos, en los puertos y en el transporte posterior para acercarlos a nuestras casas en donde nos hemos encerrado, al parecer de manera «heroica».

La economía globaliza de hoy es un todo, más o menos armónico. Si uno para el siguiente cae. De momento, las autoridades están poniendo el énfasis en proporcionar liquidez a las empresas y en paliar las consecuencias de algunos paros laborales forzados por la enfermedad. Está muy bien, es necesario. Pero no podemos olvidar que la liquidez ofrecida sirve para pagar nóminas y proveedores, pero supone adquirir nuevas deudas. Es decir, alivia el presente a cambio de empeorar el futuro. Por eso la solución real, la única solución, es la de lograr que la maquinaria productiva y la distribución mantengan un buen nivel de actividad. Por que solo los ingresos procedentes de las ventas cobradas serán capaces de sostener a las empresas.

Parece claro que muchas no lo conseguirán. Unas porque carecerán de demanda – recuerde las líneas aéreas, los hoteles, los bares, los proveedores de colegios, de espectáculos, quienes dependen de los cines, los teatros, el deporte, etc. -, otras porque no tendrán piezas para fabricar sus productos y algunas porque los trabajadores no querrán asumir riesgos. La fábrica de Mercedes en Vitoria o los controladores aéreos de Barcelona han sido de las primeras. Para todos ellos se habilitarán medidas dirigidas a cubrir los costes incurridos por las empresas y de evitar perjuicios económicos a los trabajadores. Pero ¿A cuánto se elevará la factura? ¿Cuántas empresas aguantarán las tensiones y permanecerán abiertas? ¿Cuántas se quedarán por el camino y cerrarán, cuántos empleos se perderán? Nadie lo sabe y todo depende de la duración de las medidas de aislamiento. Obviamente, a mayor duración mayor destrozo a la economía. Tan solo hay dos cosas seguras: Las cifras del paro de marzo y abril provocarán escalofríos y el déficit público del 2020 va a convertir en anécdota a los impresionantes récords alcanzados en la era Zapatero.

Dar liquidez, endeudar a las empresas no es la solución, hipoteca el futuro

Tenemos que preocuparnos del mañana y para ello debemos cuidarnos en el presente. Eso está claro. Por ello, deberíamos modular bien la respuesta. Lo ha hecho Boris Johnson en el Reino Unido, quizás de manera exagerada pues ha puesto a la economía por delante de la sanidad. A tanto no llego, pero me parece equivocado adoptar medidas sanitarias sin considerar su impacto económico. Lo primero nos salva hoy, lo segundo lo hará mañana y ambas cosas son imprescindibles. Así que, por favor, cuídese mucho a ver si conseguimos que esta pesadilla dure poco. Si trabaja cuídese más aún. Y muchas gracias por ser un héroe.