José Antonio Zarzalejos-El Confidencial

Los fallecimientos por Covid-19 se deben al «colonialismo criminal» de España, según los independentistas que se apiñaron en el aquelarre del 29 de febrero en Perpiñán con Puigdemont

En la Cataluña independentista se está produciendo —y va en progresión— la gestación de un nuevo prontuario de agravios contra el Estado y su Gobierno. Hemos pasado de la vergonzante consigna de ‘España nos roba’ a la actual —también vergonzante pero cada vez más extendida— de ‘España nos mata’, aunque lo haga a través de la política sanitaria de Pedro Sánchez. Como ocurre con la habitual estrategia del separatismo hiperventilado, no hay límites. La campaña la comenzó la Generalitat con ínfulas institucionales: hay que «cerrar» Cataluña al modo de como —ilegalmente— Torra clausuró Igualada. O sea, como Wuhan, en China.

A la impugnación constante del presidente vicario contra todas las decisiones centrales se ha unido —el patrón de comportamiento es muy reconocible— un manifiesto de científicos (unos lo son, otros no consta) según el cual, efectivamente, Torra tiene razón y hay que adoptar medidas más radicales que las que contempla el estado de alarma. Entre los firmantes, el muy mediático —gracias a algunas televisiones de ámbito nacional— Oriol Mitjà, afiliado a JxCAT hace solo unos meses. Lean el artículo de Emma Rivarola en ‘El Periódico’ del pasado día 18. Impecable denuncia del personaje.

El patrocinio político de tal manifiesto ha correspondido a Elsa Artadi, una de las portavoces habituales de Carles Puigdemont en Cataluña. Este miércoles, la vimos retratada en estas páginas con dos de los firmantes. Ella, sonriente, sostenía el papel de marras al tiempo que el solvente —este sí— Miquel Porta, un científico acreditado en toda Europa, se refería a la propuesta de esos supuestos o reales científicos como “pandemia activista” y negaba al texto validación académica.

El nacionalismo radical, el separatismo extremo, la identidad territorial enajenada reaccionan en clave ideológica incluso en las peores tragedias. Ya se hizo con los atentados yihadistas en Barcelona y Cambrils en agosto de 2017. Ahora se hace con el Covid-19. Y siempre lanzan consignas. El consejero de Interior, Miquel Buch, considera que la Generalitat está atenazada como con «una camisa de fuerza» por el decreto de estado de alarma, y él y todos los demás partidos secesionistas —incluida ERC— consideran que la medida es una recentralización que implica una ilegal «invasión de competencias» y un «155 encubierto». Por eso, este miércoles se abstuvieron de prorrogarlo ofreciendo un comportamiento verdaderamente grimoso. Es inimaginable que después de la pandemia, Sánchez continúe su pacto con los republicanos y, de paso, con EH Bildu.

Pero detrás de estos comportamientos agresivos hay también expresiones de odio, eso que el Consejo de Europa denomina ‘hate speech’ y que son, en muchas ocasiones, claramente delictivos. Lean el siguiente, firmado por un periodista (?), de nombre Jordi y apellidado Galves. El texto se titula “Los muertos ya están aquí” y se publicó el pasado martes en ‘El Nacional.cat’, uno de los periódicos digitales más seguidos en Cataluña por los independentistas. El tal Galves, un ‘hater’ profesional, refiere que los muertos por el coronavirus «nos alejan para siempre de este Estado farsa, de esta pesadilla grotesca, de ente engaño llamado España, con sus militares ridículos, con su rey altivo, con su hiriente frivolidad».

Pero la vomitona no termina con esa bilis. Hay más: «No, no es verdad que los muertos que estamos enterrando estos días sean consecuencia de una pandemia mundial, de una desgraciada, inevitable, mala suerte que no tiene responsables directos. Los muertos que estamos enterrando son responsabilidad de una gestión caótica, de un fracaso político, de una inaceptable administración colonial, perdida en su egoísmo atávico. Si estos fueran los muertos del coronavirus tendríamos el mismo porcentaje de muertes que en Portugal o en Francia. Pero estos son los muertos de Pedro Sánchez, de la incompetencia criminal de Pedro Sánchez».

Tranquilo, Galves, que hay libertad de expresión, que hay libertad, incluso, para atribuir al presidente del Gobierno la comisión de miles de crímenes. Ni a usted ni al director del medio que le permite ese hediondo texto les ocurrirá nada, salvo, quizá, que contraigan el Covid-19 tras asistir a la concentración en Perpiñán convocada por su amado líder el pasado día 29 de febrero, cuando ya sonaban todas las alarmas. Estos eran los que se quejaban de la suspensión del Mobile World Congress porque “no había razones sanitarias” para ello. Son los que despotrican contra las Fuerzas Armadas mientras sus efectivos desinfectan el aeropuerto del Prat y el puerto de Barcelona. Son una canalla moral que Cataluña no merece. Y no se engañen: hay muchos Jordis Galves allí. Y así les luce el pelo.

El problema del llamado ‘conflicto político’ de Cataluña estriba en que no es tal. Consiste en que los considerados hiperventilados lo están conduciendo al territorio del odio, la aversión, el esencialismo y la xenofobia. La grave cuestión es que el independentismo —una parte de él, y no pequeña— es un mal moral (nacionalismo irredento, populismo vengativo, resentimiento histórico, frustración crónica) que, sencillamente, no tiene solución. Nunca la hay cuando triunfa el discurso del odio.