Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

El acto celebrado ayer, por el que se prolongan los ERTE por fuerza mayor y se desligan, en sentido estricto, del estado de alarma, es uno de esos momentos que te reconfortan. La importancia del mismo se ve en el nivel de los asistentes. Nada menos que el presidente, dos vicepresidentes, el segundo y la tercera; y tres ministros más, Hacienda, Trabajo y Seguridad Social, arroparon a los presidentes de las dos patronales y a los secretarios de los dos sindicatos. Un ejemplo magnífico de colaboración entre la política y la sociedad.

Como por desgracia no hay muchos otros a los que agarrarse, conviene resaltar el hecho de que aquí el Gobierno ha actuado con sensatez y rapidez. Como aseguró ayer Unai Sordo, secretario general de CC OO, la normativa que se implementó desde el primer momento «ha salvado cientos de miles de empleos», que es el objetivo prioritario, fuera del ámbito sanitario. Lo malo es que eso de «salvados» es un término cierto para el presente y tan deseable como incierto para el futuro.

Ya le he comentado alguna vez que la clave de la recuperación económica son los ERTE o, mejor dicho, el destino final de los ERTE en vigor. En el País Vasco hay 26.775 empresas, el 45% en criterio de Confebask, acogidas a esa figura que ampara a 191.740 trabajadores, que son el 26% del total de los asalariados. Así que resulta fácil de entender que, si todos ellos vuelven pronto al trabajo, la situación será mala, pero controlable; pero si, como podemos temer, muchas de esas empresas no volverán a abrir y algunos de esos trabajadores perderán la ‘T’ de su situación actual de protección, la herida puede adquirir una profundidad tremenda.

De momento se ha prolongado la exoneración de las cotizaciones empresariales de los obligados a parar por la pandemia, tanto si es de manera directa o indirecta, y la prohibición de despedir empezará a contar desde la recuperación de la actividad y la vuelta al trabajo del primer trabajador acogido al ERTE. La situación es tan compleja que, con la tinta de la firma aún fresca, la patronal ya ha lanzado su petición de aclarar cuanto antes el futuro de esta figura si el 30 de junio la situación permanece sumida en la inestabilidad.

Ya veremos, pero hoy podemos felicitarnos por el hecho en sí del acuerdo entre todos y por lo que demuestra. Y lo que demuestra es que este tipo de situaciones, y tanto más cuanto más graves son, hay que encararlas con el máximo de complicidad y entendimiento entre el Gobierno y los agentes sociales y con grandes dosis de flexibilidad. Cuanta más, mejor.