Kepa Aulestia-El Correo

El socialismo de Sánchez no podría seguir siendo lo que es sin el concurso jeltzale. Y el ‘resultadismo’ de Sabin Etxea decaería si sus escaños en el Congreso no sumasen para la gobernabilidad de España

Las catorce semanas que ha durado el estado de alarma han descrito de manera elocuente la relación que mantiene el socialismo gobernante de Pedro Sánchez con el nacionalismo gobernante que encarnaría Iñigo Urkullu. Quejas por la recentralización del poder seguidas de acuerdos. Requerimientos de lealtad para pasar a las buenas palabras. El paso tembloroso a la fase 1. La jugada socialista con EH Bildu cual muestra de hiriente desafección. La cogobernanza antes de la restitución final del autogobierno para trasladarnos a Cantabria. Con una escaramuza en torno al fondo autonómico y el Cupo para cerrar la secuencia de la excepción. Como si la situación de emergencia hubiese concentrado en pocos días las peripecias protagonizadas durante cuarenta años por el partido hegemónico en Euskadi con los sucesivos gobiernos centrales. Pero con una particularidad. Con la revelación definitiva de que el PSOE y el PNV tienen suscrita una cláusula de mutua dependencia.

El socialismo de Sánchez en La Moncloa no podría seguir siendo lo que es sin el concurso jeltzale. Y el ‘resultadismo’ al que se adscribe Sabin Etxea decaería si sus escaños en el Congreso no sumasen para la gobernabilidad de España. Tampoco es solo una alianza de conveniencias, circunscrita a la correlación de fuerzas de la presente legislatura. Si la pandemia y sus efectos económicos y sociales han sido incapaces de modificar hasta ahora las tendencias demoscópicas para volverlas contra el ‘gobierno Frankenstein’, es improbable que el favor ciudadano se incline en adelante hacia una mayoría alternativa. Mucho menos hacia una mayoría de las derechas. Solo un nuevo parón de la economía, como consecuencia de la persistencia de la pandemia a nivel global y/o de una segunda ola epidémica en Europa, podría modificar las circunstancias políticas hasta requerir una ‘gran coalición’ entre el PSOE, el PP y Ciudadanos que se imponga sin nuevas elecciones por medio.

Es improbable que el favor ciudadano se incline hacia una mayoría alternativa

En ese caso el PNV dejaría de contar tanto en la aritmética parlamentaria. Pero no le permitiría alejarse un ápice de las pautas económicas que surgieran de una entente ‘a la alemana’, aunque en ella se trasmutase el socialismo de Sánchez hasta dejar de ser lo que es ahora. El dramatismo del momento impediría además a los jeltzales oscilar su ‘péndulo patriótico’ de regreso al soberanismo. Sin ir tan lejos, un empeoramiento a la vuelta del verano emplazaría al PP a secundar -siquiera mediante la abstención- unos Presupuestos necesariamente centrados en clave europea. Presupuestos de los que no podrían desentenderse los ‘jeltzales’, y que ratificarían -a pesar de Casado- la vigencia del pacto de mutua dependencia entre socialistas y nacionalistas, y viceversa.