Sándwich generacional

Juan Carlos Girauta-ABC

  • En medio de las dos rebanadas del sándwich generacional está la chicha revolucionaria

Una oscura corporación, borrosa pero cierta, que se presenta bajo la etiqueta del feminismo, viene reproduciendo sin saberlo monsergas y gazmoñerías de las que estos mis oídos fueron tiernos e inocentes testigos. Cierro los ojos y me transporto con facilidad a los sesenta con el feliz auxilio de esta brisa marina y de este oleaje sonoroso. Vuelvo a sentir, como en una regresión hipnótica, la curiosidad y el temor del escolar ante las cosas de la carne. Están mis dudas, peripatético de patio de recreo, sobre la imposibilidad de dejar de pensar en lo que se formula, sexto mandamiento. Creo que me anticipé a Lakoff. Venga, no pienses en un elefante, a ver si puedes. Tiempos en que, para escándalo

de viejas y envidia de feas, la minifalda tomó España. La carcundia, la reacción, el hormiguero humano santurrón, receloso, metomentodo y aguafiestas, tan incómodo en la libertad, hacía y decía entonces lo que hoy hacen y dicen las neopuritanas de la oscura corporación borrosa pero cierta.

La nieta podemita reproduce así fielmente los escrúpulos de la abuela franquista y tocapelotas. En medio, la feminista de verdad que, más allá de etiquetas y tomas de conciencia, se calzó la prenda psicodélica, fue a la Universidad, trabajó, dio a luz o no, vivió y amó como quiso gracias a la píldora. Burló las advertencias de su madre y ahora tiene que aguantar a una ofendida crónica que no acaba de marcharse de casa ni acaba con la ristra de reproches a sus mayores mientras estudia algo de género. Un enfoque de género en el tratamiento de residuos, o algo por el estilo. No, no, sin aristas técnicas. Qué sé yo, el sesgo de género en los estudios de género. Sí, eso está bien, una cosa meta genérica. Algo que, como ellos, dé vueltas y vueltas sobre sí mismo. Autorreferencial, reiterativo, enfermizo, inútil.

Abuela beata y nieta dizque feminista son intercambiables en su molesto rol. Son dos gotas (malayas) de agua. Igualitas en el fondo aunque la una fuera a catequesis y la otra vaya a talleres de micromachismo impartidos por acomplejados con micropene. En medio de las dos rebanadas del sándwich generacional está la chicha revolucionaria. Siempre que seamos ambiciosos con lo de la revolución. Porque nada ha cambiado tanto el mundo como el acceso generalizado de la mujer al trabajo, que aquí se normalizó socialmente en algún momento de los primeros setenta.

Soy consciente de que lo de las feas y lo del micropene me será reprochado por la oscura corporación borrosa en las no menos oscuras redes. Y me planteo seriamente retirarlo, por mucho que me conozca y sepa que lo voy a dejar ahí para escándalo de ofendiditos. Pero ese solo trámite me deprime ligeramente. Pienso que así se debía escribir en los diarios cuando la censura, y también que esta es peor, por difusa e impersonal, porque no podremos cortarla de un solo tajo cuando caiga el régimen. Este régimen te cala los huesos.