Ramón Pérez-Maura-ABC

Especialmente sabrosa fue su propuesta de poner el Ejército a disposición de las autonomías. Pero, ¿no lo estaba ya?

¿Recuerdan el 12 de octubre de 2018 en el Palacio Real? Era la celebración de la Hispanidad y los Reyes concedían la habitual audiencia a una representación de la sociedad encabezada -como es lógico- por el presidente del Gobierno que, después de saludar a los Reyes y acompañado por su mujer, se situó al lado de Sus Majestades a recibir el saludo del resto de los invitados. Le tocó a Alfredo Martínez, director de protocolo de la Casa de S. M. el Rey, el ingrato papel de ir a decir a Sánchez que no podía estar allí. Y encima después le echaron la culpa al departamento de Martínez del error cometido por el matrimonio Sánchez, probablemente porque ni él ni ella nunca se había molestado en mirar -con provecho- en televisión un acto semejante de los Reyes y concluir cuál era el lugar del jefe del Gobierno. Muchas ganas de llegar a serlo, pero ninguna de aprender lo que conlleva. O sí.

Ayer vivimos algo todavía más sibilino. La reaparición en carne mortal del presidente del Gobierno ante los medios de comunicación se hizo -como es habitual- con una rueda de prensa en la que la imagen de televisión provenía de una fuente de imagen institucional. No había más tiro de cámara que el que ofrecía la señal que proporciona La Moncloa. Y cuando hablaba Sánchez, aparecía con el escudo de España tras él y la Corona que prima en el escudo -hay tres- justo sobre su cabeza. Coronándolo. De entrada no le di más importancia, hasta que, según avanzaba su tediosa exposición mi acompañante -una joven que ha tenido inclinaciones podemitas y a la que Equo ofreció ser candidata al Congreso- me dijo: «¿Te has dado cuenta que es como un discurso de Navidad del Rey? Unos principios muy bonitos, pero no dice por qué no ha hecho nada teniendo él el poder de hacerlo que el Rey no tiene». Qué gran verdad. Sánchez no sólo se corona. Es que emplea un formato de discurso que no es el del presidente del Gobierno, es el del Rey -al que él sólo llama el jefe del Estado, para equipararse lo más posible y hacer menos violento su ulterior derrocamiento.

Creo que lo más relevante del discurso de ayer de Sánchez fue el que, como si fuera el Rey, habló de lo que tiene que hacer su Gobierno. Pero como su Gobierno es él mismo, endilgó todo a las comunidades autónomas. Su gestión de la pandemia está dando los peores resultados de Occidente, así que ahora, como un monarca constitucional, encarga resolver el problema a sus subordinados, que resultan ser los presidentes de las diecisiete autonomías. Los mismos a los que desposeyó de competencias en la primera fase de la pandemia. Especialmente sabrosa fue su propuesta de poner el Ejército a disposición de las comunidades autónomas. Pero, ¿no lo estaba ya? ¿O es que quiere decir que ahora si envía un batallón, un regimiento o incluso una brigada a hacer seguimiento de infectados en Cataluña va a quedar a las órdenes de Quim Torra? Por que si siguen a las órdenes de Margarita Robles no entiendo cuál es exactamente la novedad…

El resumen de la resurrección política de Sánchez tras tres semanas de vacaciones -que cuestionó enumerando una patética lista de teleconferencias en su mayoría irrelevantes para las víctimas del Covid- es que reclamó unidad política frente al coronavirus. Se me saltan las lágrimas ante su llamamiento. Luchar juntos frente al Covid-19 y no discutir sobre lo que se hace. Sucede que España lo está haciendo peor que nadie y que si los partidos de la oposición no cuestionaran lo que está pasando y lo que se está haciendo para combatirlo, serán igual de culpables que este Gobierno incompetente. Qué larguísimo va a ser este otoño que ya está en puertas.