Al lehendakari, tan cuestionado en su partido, no le vendrá nada mal la foto del juicio para reagrupar a los nacionalistas. Lo que no se comprende es que Patxi López diga que volvería a hacer lo mismo ahora que el Gobierno está en plena corrección de su política antiterrorista y los defensores más notables del proceso de negociación con la banda han reconocido que fue «un inmenso error».
Tiene tanta fuerza la repetición del mensaje victimista que, al final, en la próxima campaña electoral vasca el lehendakari podría pasar al ‘guiness’ de los sufridores como víctima de la justicia por haber propiciado el diálogo. Así, como suena. Dado que en plena campaña Ibarretxe, López y Otegi se sentarán en el banquillo, sería de ilusos confiar en que el juicio no vaya a interferir en las elecciones. Cabe esperar que la influencia en el resultado que arrojen las urnas sea mínima, desde luego, porque los ciudadanos ya conocen a sus clásicos desde hace tiempo. Antes de este juicio; desde luego, antes también de la ilegalización de Batasuna y de otros grupos satélites de ETA; prácticamente se dieron cuenta del cambio ejercido por los mismos cuando Ibarretxe llegó a Ajuria Enea que es cuando el nacionalismo gobernante dio una vuelta de tuerca hacia la radicalidad.
Pero el evento puede influir en el enrarecimiento del ambiente si se vuelven a dar las protestas en la calle para presionar al Tribunal. El próximo 8 de enero no se va a juzgar «el diálogo», como le gusta decir al Gobierno vasco y no se cansa de repetir la portavoz Azkarate. Se estudiará los hechos en torno a unas entrevistas con una formación proscrita por su vinculación a la banda terrorista y a cuyos portavoces recibió el lehendakari, en sede institucional dándoles un valor de interlocutores políticos, como si pertenecieran a un partido democrático más. La justicia sentará en el banquillo a dos candidatos a lehendakari pero su comportamiento, el de Ibarretxe y el de López, fue algo diferente. El lehendakari recibió a la ilegalizada Batasuna en sede oficial, a pesar de las indicaciones del Tribunal Supremo (luego no se cuestiona su «apuesta por el diálogo» sino su «presunta desobediencia»). El PSE, que habían defendido la Ley de Partidos que posibilitó la ilegalización de Batasuna, se reunió con la formación parlamentaria de ETA, en un hotel, después de que el juez considerara que no veía motivos para prohibir ese encuentro.
También han sido radicalmente distintas las reacciones. Los socialistas se han mantenido en una actitud de respeto hacia la justicia mientras que los nacionalistas no han desaprovechado ocasión para presionar a los magistrados. Exigían trato de favor para el lehendakari. El Gobierno vasco hablaba ayer de «doble vara de medir» de una justicia que, en este caso, no le favorece, aunque todo parece indicar que esta causa, que tiene más de reproche político que de caso penal, termine sin mayores consecuencias.
Después de once meses de recusaciones, habrá foto. Ibarretxe y López, además de Otegi, ante los jueces. Al lehendakari, tan cuestionado en privado por importantes sectores de su partido, no le vendrá nada mal la imagen para reagrupar a los nacionalistas. Lo que no se alcanza a comprender es que Patxi López diga que volvería a hacer lo mismo precisamente ahora que el Gobierno de Zapatero se halla inmerso en plena corrección de su política antiterrorista y los defensores más notables del proceso de negociación han reconocido que fue «un inmenso error» hablar con la banda.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 8/10/2008