Luis Ventoso-ABC

  • Está preocupado por la «ruptura emocional» con Junqueras y sus seguidores

El principal problema de España en esta hora es claramente el golpe económico de la epidemia, que se dejará sentir en toda su crudeza en otoño y se traducirá también en destrozos sociales. Es lo que más afecta a la vida inmediata de las personas y resulta insólito que no sea el tema estelar del primer partido de la oposición, distraído primero con el cayetanazo y ahora con sus torponas negociaciones bajo cuerda con Sánchez. El segundo mayor problema es de largo recorrido y pende como una espada de Damocles desde hace años sobre nosotros: junto al Reino Unido y Bélgica somos el único país europeo en cuyo seno anida una amenaza separatista que compromete la propia existencia del Estado unitario. Por último, personalmente vislumbro dos problemones más, de extenso recorrido, que si no se arreglan algún día continuarán trabando el avance de España. Uno es que hay que tomarse mucho más en serio la educación, única salvaguarda del buen futuro de un país. Con la apuesta gubernamental por el bajo esfuerzo nos irá mal. El otro se ha evidenciado de manera cruda con la crisis del Covid: hemos de reconocer que en España no están bien definidas las competencias de las regiones y el Gobierno central. Hemos ido improvisando a salto de mata y al final ya no somos un estado unitario, pero tampoco acabamos de ser un Estado federal. El híbrido que hemos armado es defectuoso, poco operativo.

Ante el problema inmediato, el económico, nos encontramos con un país sin presupuestos y con un Gobierno con su administración colapsada, incapaz siquiera de gestionar las ayudas que ha ofertado. Todo se fía al maná europeo. Y ante el único desafío que puede acabar con la propia España, el territorial, nos topamos con el mundo al revés. El actual Gobierno español dedica sus esfuerzos a zaherir a los partidos constitucionalistas, que defienden la unidad de la nación, mientras lisonjea a las formaciones separatistas que aspiran a desgajar a sus regiones de España, mutilando así una de las naciones más viejas de Europa. Sánchez explicó por la mañana en la televisión pública española que tenemos que ser «empáticos y sensibles»… con los separatistas que amenazan el país que él preside. En su línea miope de acariciar al tigre, reiteró su promesa de suavizar el delito de sedición del Código Penal, para que la próxima vez en que un Junqueras y un Puigdemont proclamen su república les salga bien barato. Por la tarde, el presidente de España continuó empático y sensible. Llamó a Torra, que será inhabilitado a finales de este mes, para acordar una reunión de la mesa bilateral con Cataluña, en la que sus interlocutores le demandan un referéndum que es inconstitucional y que anule las penas de 13 años de cárcel por la grave sedición de 2017.

El guatemalteco Tito Monterroso ha quedado en la historia de la literatura por el cuento más corto conocido, que escribió en algún minuto de 1959: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». Cuando despertemos de la pesadilla del coronavirus seguirá allí la de las costuras de España. Y agravada.