Pasó el tiempo de la negociación, dice Rubalcaba. El ministro, más que la formulación de un deseo, estaba enviando un mensaje a dos destinatarios: a ETA y a esos compañeros de partido que siguen dispuestos a volver a intentar negociar con ETA. Los de Usurbil exigen el reconocimiento del ‘carácter político’ de los presos de ETA. Algo que encierra la justificación de la existencia del terrorismo.
Desde que movió pieza el ministro Rubalcaba, el avispero de los presos de ETA está experimentando una fuerte sacudida. No es que el frente carcelario tenga mucho que decidir, como ocurría en otras épocas, sobre la estrategia de la banda pero se trata de un colectivo tan sensible en el mundo de las complicidades terroristas que, en cuestión de días, ha cobrado protagonismo, incluso a su pesar. El entorno de ETA recibió la pasada semana del Gobierno de Zapatero un doble mensaje: la dureza de la persecución judicial y policial permanente que se ha cobrado significativas detenciones de destacados activistas, en contraste con un movimiento de presos, ex dirigentes ya amortizados, cambiándolos de centros penitenciarios para acercarlos más a Euskadi.
Fue el primer aviso. Lo lanzó el ministro del Interior, el ministro que menos creyó en su día en el proceso de paz que impulsó el presidente Zapatero con ETA. Un movimiento que levantó sospechas sobre un posible intento gubernamental de dividir a la organización terrorista y preparar otro posible escenario de negociación. Se trataba de presos más que críticos desanimados, que cayeron en el desistimiento y que, por ello, fueron expulsados. Pero eso ocurrió en el año 2004. ¿Por qué ahora los mueve Rubalcaba? Esa ha sido la pregunta de la pasada semana. Por si acaso. Por si alguno más se desanima después de haber comprobado que la Policía los tiene rodeados y que ahora, después de las últimas detenciones, se entiende la obsesión que tenía Txeroki por las medidas de seguridad. Más razones: para fomentar la disidencia y ver si algo se mueve. Pero se trata de un movimiento delicado que podría dar argumentos a los dirigentes socialistas vascos que quieren aprovechar cualquier síntoma de debilitamiento de la banda para volver a incurrir en el error de la negociación.
No es el caso de Rubalcaba. Por eso, después de que los ex presos concentrados en Usurbil enviaran su correspondiente aviso, y van dos, a su propio mundo para evitar que alguien caiga en la tentación de moverse en la foto, el ministro envió el tercer aviso. Un aviso aderezado con la publicación del intercambio de cartas de la presa Lierni Armendáriz, cuñada del técnico del Barça, Txiki Begiristain, que da la medida del nivel de control que tiene la Policía sobre los trapos sucios de la banda. Pasó el tiempo de la negociación, dice Rubalcaba. ETA ha desaprovechado sus tres oportunidades, con Gonzalez, con Aznar y con Zapatero. Se podía haber parecido al IRA pero terminará pareciéndose a los Grapo. Con estas palabras, el ministro, más que la formulación de un deseo, estaba enviando un mensaje a dos destinatarios: a ETA y a esos compañeros de partido que siguen dispuestos a volver a intentar negociar con ETA.
No es preciso dar nombres. Lo han dicho públicamente. Las hemerotecas recogen sus deseos. Por eso es importante que en tiempos de toma de posiciones, a tres meses de las elecciones autonómicas vascas, se tengan las ideas claras y los principios sólidos. En el entorno de ETA siguen emulando el proceso de Irlanda, donde se guarece, por cierto, el ex preso De Juana. No por casualidad, en la concentración de ex reclusos en Usurbil se hizo especial hincapié en una reivindicación recurrente. Otegi siempre ha hablado de ‘prisioneros políticos’ pero en la puesta en escena de este fin de semana, los promotores de la concentración pusieron negro sobre blanco la exigencia del reconocimiento del ‘carácter político’ de los prisioneros de ETA. Una reivindicación que encierra toda la justificación de la existencia del terrorismo en nuestro país.
Hace unos días la Fundación Gregorio Ordóñez reunió en Madrid a expertos analistas del proceso irlandés que desmontaron con rigor alguno de los mitos de los prolegómenos del fin del IRA, donde el papel de la persecución policial tuvo una importancia no reconocida por los agitadores de la vía política. Pero lo más llamativo fue que tanto el catedrático Henry Patterson como una víctima, Michael Gallagher, que perdió a su hermano y a su único hijo en dos atentados, insistieron en la importancia de que en España no se repitan los errores cometidos en Irlanda. «Cuando se concentró a los presos», dijeron, «éstos obtuvieron muchos privilegios. Entre otros, el estatus de presos políticos. No estuvo bien. Puede ser el principio del olvido de todas las injusticias. Ténganlo en cuenta».
Un toque de atención que, con toda seguridad, habrá tenido en cuenta el ministro del Interior, que ha podido comprobar cómo, en cuanto ha movido a algunos presos, desde el colectivo han exhibido la pancarta de la condición política de los terroristas. Habrá más movimientos. Y más avisos. Estamos en tiempo de descuento electoral. Y nada se da por hecho. Ni siquiera la fuerza que obtendrá el lehendakari cuando vayamos a las urnas.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 15/12/2008