Luis Ventoso-ABC

  • Su memoria no es exactamente «honrosa»

Un error moral recurrente es intentar tapar un mal cometiendo otro. Por eso me parece equivocado dar réplica al revisionismo sectario y revanchista de Carmen Calvo imitándolo desde la otra órbita. No me convence la propuesta de Vox en el Ayuntamiento de Madrid, refrendada por PP y Cs, de seguir corrigiendo con ojos de hoy el callejero de ayer, esta vez para retirarle sus calles a los socialistas Largo Caballero e Indalecio Prieto. El pacto de perdón mutuo de la Transición fue uno de nuestros momentos de mayor altura de miras y un éxito. Entonces, ¿por qué el furor por reabrir heridas de hace 84 años?

Huelga decir que nuestro «Gobierno de progreso» ha puesto el grito en el cielo

ante la iniciativa, pues según su miopía maniquea en un bando todos eran serafines solidarios que miccionaban agua de colonia y en el otro, bestias pardas ultra represoras. «Lamentable», suspira Sánchez. Calvo nos recuerda soliviantada que Largo Caballero y Prieto son «la memoria honrosa». Y aquí toca puntualizar: Francisco Largo Caballero (Madrid 1869-París 1946) es un personaje pringoso y uno de los principales causantes del trágico fracaso de la II República (esa Arcadia que nunca existió, tan añorada hoy por un PSOE que en su día contribuyó a dinamitarla).

Largo completó una biografía azarosa, dickensiana, que arrancó en una modestísima buhardilla de Chamberí, llegó hasta la jefatura del Gobierno de la República e incluye el horror de dos años en un campo nazi, liberado por los rusos. Con solo siete años lo sacaron de la escuela y lo pusieron a trabajar: una fábrica de cartones, una cordelería, aprendiz en el estucado y, por fin, maestro estuquista. A los 21 se afilia a la UGT y a los 24, al PSOE. Liderará ambos, a pesar de su anémica formación intelectual, que nunca pasó de un marxismo panfletario, de folleto y cliché. Su trayectoria política -la «memoria honrosa»- no hay por donde cogerla. En la dictadura de Primo, el honroso Largo convierte a UGT en un sindicato colaboracionista del régimen (entreguismo tachado de «traición» por su correligionario Prieto). En la República es ministro de Trabajo con Azaña, pero a partir de 1933 pisa el acelerador y concluye que hay que dejar la vía parlamentaria y llegar al socialismo por vía revolucionaria. Largo promueve la Revolución del 34, un levantamiento en armas contra la propia República. Sus soflamas no son muy matizadas: «Vamos a echar abajo el régimen de la propiedad privada, ¡como en Rusia!». O esta perla: «Dudo mucho que se pueda conseguir el triunfo desde la legalidad; y en tal caso, camaradas, habrá que obtenerlo desde la violencia». Memoria honrosa. El perfil del apodado «Lenin español» se completa con su vidrioso papel ante las matanzas en Madrid en los prolegómenos de la guerra y durante la misma. Largo, jefe del Gobierno, nada hizo para evitarlas, eso seguro. Pero algunos historiadores sostienen que además las azuzó. Es divertida su correspondencia con uno de los mayores animales de la historia, Stalin, pues resulta que el dictador ruso semeja un moderado a su lado.

Resumen: cooperante con una dictadura, golpista contra la República, aliado de un genocida y apóstol de la violencia. ¡La memoria honrosa!