La fórmula secreta del PSOE

Juan Carlos Girauta-ABC

  • Fernández Vara siente náuseas por la siniestra compañía a la que les fuerza Sánchez

La unanimidad socialista nunca se resquebraja, haga lo que haga el líder de turno. Ese rasgo aporta una gran ventaja política, al coste de una honda desventaja moral. Pero para percibir el arañazo de esta última es preciso llevar algo en el equipaje. Algo más que la desordenada codicia del que no conoce ni a su padre cuando se trata de pillar.

Recuerden la ingenua teoría de los cincuenta hombres buenos de Guerra que iban a echar atrás aquel maldito Estatuto catalán. Nadie que conociera el percal podía engañarse, pero qué le vamos a hacer si al PSOE siempre se le otorga el privilegio de una duda que ya se despejó en el 83. No quiero irme al Paleolítico, que entre nuestros lectores hay muchos jóvenes, pero bastará recordar cómo aquel febrero Rumasa iba a ser para el pueblo y acabó siendo para Cisneros.

Lo sustancial no es que cada nueva generación de periodistas tenga que volver a aprender lo que es el PSOE, sino lo pétreo, lo denso, lo marmóreo, lo irrompible, lo indisoluble del partido del gato. No por Madrid, ni por los felinos ajedrezados de Felipe que cazaban ratones chinos, sino por las siete vidas. Ya te digo.

Hay una fórmula secreta de la cohesión, como es natural. Si otros partidos la adoptaran, Abascal seguiría en el PP intercambiando estrategias con Verstrynge, quien, al no haberse marchado al marxismo desde AP, habría transitado la refundación. ¡Qué digo! ¡Con la fórmula secreta del socialismo español, nunca habría hecho falta refundar nada! Nótese que, a diferencia del resto del universo, el PSOE no fluye. Es.

Pero se acabó tanto secretismo. La fórmula mágica la vamos a inferir, fíjate tú, de Fernández Vara. Vaya por delante que de nada servirá a las organizaciones cuyos diputados y principales cargos tengan conciencia. Ya se ha establecido supra que la herida moral no debe percibirse. Demasiado dolor. Hay que ser inmune al desgarro que sufre alguien normal cuando se mira al espejo después de que su partido gobierne y saque los presupuestos gracias a los epígonos de la ETA. Y no sentir náuseas cuando tu socio de gobierno -que lamenta mucho la caída del muro de Berlín- anuncia la incorporación de Otegi a la dirección del Estado.

Es el caso que Fernández Vara, un presumido contra pronóstico empeñado en tener perfil propio, se ha sentido obligado a anunciarnos que va a necesitar un antiemético. O sea, que él sí siente náuseas por la siniestra compañía a la que les fuerza Sánchez. Qué bien, ¿no? Sí, qué tío más majo. Entonces, ¿cuándo dimite el presidente extremeño? Nunca. ¿Qué se había creído?

Y ahora presten mucha atención porque la fórmula secreta se va a revelar: para Fernández Vara, la infame coyunda de su partido con Bildu demuestra… ¡Un fracaso colectivo! ¡De todos! Y así puede él seguir en el partido de la infamia, subido al coche oficial y lamentando que los españoles se hayan vuelto tan inmorales.