Olvídate

Juan Carlos Girauta-ABC

  • La ventaja de un futuro lleno de españoles sin memoria es que todos los recuerdos van a ser inducidos

Mantiene la izquierda una curiosa relación con la memoria. Por un lado la ensalza, la encumbra al punto de trocarla en institución oficial, inamovible. No entiende que lo contrario de la memoria no es el olvido sino la historia. Presten atención a los expertos, que, a diferencia de los ejpertos, saben de lo que hablan y tienen que demostrar lo que postulan. Los expertos con equis han probado la increíble ductilidad de la memoria. A menudo los hombres lastrados por pasados vergonzosos se recuerdan heroicos. Piensan en el que fueron como monumentos ecuestres cuando lo cierto, lo objetivo -¡lo histórico!- es que se rilaron todas las veces en que su vida, su patrimonio, su prestigio, o la sombra de él se vieron amenazados. Y la mitad de las veces en que no se vieron, pero su miedo paralizante les engañó.

Esa es la memoria que adora el progre. Una en la que las innumerables decepciones que nos deja el ser humano metido en una guerra civil, por ejemplo, no se dan. Una en la que el enjambre inacabable de la nación que fue, con su miríada de matices, se ha aplanado, planchado y teñido. Y si en el tejido restante, ya bidimensional y bicromático, algo se resistiera a la operación de travestismo ideológico y moral -qué sé yo, el genocidio de católicos-, ese trozo se cortará con la implacable tijera de la ley y del prejuicio, que en regímenes como este son una sola cosa. En resumen, la memoria que les apasiona es una memoria falsa. La historia, una historieta. Pero ya sabemos que la guerra cultural decisiva es lingüística.

Luego está la memoria de toda la vida, la que empieza operando poderosa e inconscientemente a partir de las dulces palabras de mamá, la que sigue con las tablas de multiplicar y la introducción de la disciplina, capital descubrimiento sin el que nada se consigue. Recuerdo cantar esas tablas, de pie en el aula de los párvulos, como el inicio de una formidable aventura cuya Escila y Caribdis fueron unos manuales de Derecho a pelo. Sin apuntes, sin clases. Y tantas otras muescas en el revólver del intelecto activo. Bien, a esa memoria, que es la de rigor y la del rigor, la denigran, la desaconsejan y la culpan de no sé que fatalidades y traumas. ¿Me ve muy traumatizado, Celaá? Porque yo a usted sí, un poco.

La ventaja de un futuro lleno de españoles sin memoria es que todos los recuerdos van a ser inducidos y todos los conocimientos, baratísimos. De todo a cien, como los cañones que le han colocado a Espronceda por banda.

Coda. También aquí los catalanes fuimos pioneros. Así como el submarino lo inventó Narcís Monturiol y no Isaac Peral, la programación masiva de zombis vía escuela y medios la inventó Jordi Pujol y no Pedro Sánchez. Igual que la clientelización de toda gran empresa la principió Convergència (no te escondas). Sería muy injusto que la posteridad se la atribuyera al PSOE. Ya no se respeta nada.