El desapego de Abascal

Juan Carlos Girauta-ABC

  • Lo más interesante de la entrevista de ayer es el desapego, actitud budista, que adorna a don Santiago

Reveladora entrevista la de Juan Fernández Miranda a Santiago Abascal. No sé qué harán algunos con sus prejuicios, pero está claro que sin este líder en la derecha no habrá alternativa a la banda. Este líder al que Casado no tolera, al que quiso liquidar y al que, ingenuo, dio por liquidado. Por suerte para Casado y para todos, Abascal no se sintió aludido y acaba de confirmar que, por lo que a él y a su estrategia respecta, el fallido golpe de quijada de Caín no cambia nada.

Los coleccionistas de prejuicios los mantendrán, pierdan cuidado, que pensar se les hace difícil y cambiar de opinión se considera traición. Está por definir la edad a la que uno debe congelar sus convicciones. ¿Los dieciocho, con la mayoría de edad, o los siete, con el uso de razón? A la espera de que progresistas y acomplejados se autoregulen la ortopedia mental, los que vemos el cambio como virtud (inevitable) le auguramos un futuro prometedor al líder de Vox.

Lo más interesante de la entrevista de ayer es el desapego, actitud budista, que adorna a don Santiago. Ese rasgo le permitirá atravesar sin traumas las correcciones propias de quien organizó una resistencia y se puede ver al mando de un partido de gobierno. Lo mejor es que ni le importa mucho el mando ni en exceso el partido. Y eso es, para empezar, raro, en el sentido de escaso; y para continuar, conveniente. El inusual liderazgo del desapego permite a los políticos hacer lo correcto. Abascal no cae en el endiosamiento pese a la adulación de miles, ni en el alejamiento de la realidad, ni en la resistencia al cambio, ni -lo más importante- en la confusión del partido con el país, de la que no se ha librado nadie que haya pisado moqueta después de UCD.

Conocí bien a otro líder que nunca violó esta jerarquía: primero España, luego nada, luego el partido. Lo trituraron. A corto plazo, es más eficaz entrar en el gobierno como sea y que tu círculo próximo se sienta importante. Pero eso solo lo necesita la gente pequeña, es un refuerzo para insignificantes, sujetos que no imaginan el tenor de los comentarios a su paso: ¡Fíjate, parecía tonto y ahí lo tienes! Vuelven a notar que es tonto en cuanto pierde el ministerio. Rechazar varias veces la entrada en un gobierno tiene consecuencias. Puedes acabar siendo presidente o siendo asesinado políticamente. En el último caso, los chiquilicuatres a los que hiciste hombrecitos clavarán sus puñales con más fuerza que nadie.

He empezado con Abascal y he acabado con Rivera porque lo sustancial es común: se trataba y se trata de detener la disgregación de España, de no pasarle una al nacionalismo y de olvidar al PSOE como parte de la solución. En las diferencias que se fijen otros; cuando se rompen la nación y la Constitución, los debates sobre inmigración se posponen. Muchos no lo ven porque la banda, con su estrategia de los cordones sanitarios, ha contagiado al PP.