Luis Ventoso-ABC

  • Solo Putin organizaría un delirio propagandístico así

Si el último circo organizado por Mi Persona y su gurú Redondo hubiese aparecido en una comedieta de Leslie Nielsen lo habríamos considerado demasiado histriónico, incluso para un astracán pasado de rosca. En Europa, solo Putin o Lukashenko osarían montar un desparrame propagandístico como el que acaba de perpetrar Sánchez. Para cerrar este doloroso 2020, no se le ha ocurrido patochada mejor que salir a escena a otorgarse un sobresaliente en una gran rueda de prensa televisada, donde presentó un supuesto estudio «ajeno al Gobierno» sobre su gestión (pero encargado y dirigido por el propio Gobierno). Se atreve a hacerlo además en un año en que han muerto 70.000 españoles por la epidemia -20.000 menos según sus cifras manipuladas-, en

el que nuestra economía está siendo la segunda peor según la OCDE y cuando las ayudas prometidas no llegan, debido al colapso administrativo provocado por su impericia burocrática, como denuncia hasta el sindicato socialista UGT.

Un presidente del Gobierno evaluándose a sí mismo en base a unos criterios fijados por él, medidos por un comité de expertos de su cuerda ideológica y elegidos a dedo por el propio mandatario. Es como si un opositor pudiese elegir las preguntas del examen y el tribunal y luego saliese de la prueba fardando de que lo ha bordado. Una coña. Pero el problema de fondo es que la conciencia crítica de buena parte del país está tan anestesiada que un exceso tan zafio se da por bueno, o pasa sin mayor reproche. Apenaba ver a los periodistas de la cuerda «progresista» -y a muchos de los que no lo son- entrando al juego de la propaganda y analizando mansurronamente la autoevaluación de Sánchez como si fuese algo serio. Tragando con ridiculeces como la afirmación de que con este ejercicio de burda propaganda «España se sitúa en la vanguardia del mundo en rendición de cuentas», frase que en paridad merecería unas risitas en off, como en las telecomedias de situación.

El espectáculo de este martes refleja también, una vez más, los tics de querencia autócrata de Sánchez. En las democracias, a los gobernantes los evalúan los ciudadanos con su voto, los partidos de la oposición y los medios de comunicación, en un clima de libertad de prensa. En ningún país que no sea una república bananera sale el presidente a ponerse notas de su gestión con grafiquitos a su espalda alardeando de los sobresalientes que él mismo se ha adjudicado. Ningún mentirómano serial, ni siquiera Nixon, se atrevería a comparecer bajo un gran rótulo de «Cumpliendo con la palabra dada», como hizo ayer Sánchez, cuando hace solo un año engañó a todo el país prometiendo que jamás gobernaría con Podemos y que endurecería el castigo penal a los separatistas.

Si mañana hubiese elecciones probablemente volvería a ganar Sánchez… Y sin embargo, me resisto a creer que ahí fuera no queda la suficiente vida inteligente como para hacerle pagar en las urnas tomaduras de pelo de este octanaje.