Miquel Giménez-Vozpópuli

  • Es un amor de bolero, de canción desgarrada, de dar mucha penica

Parafraseando a Mecano, “nada tiene de especial, dos partidos que se dan la mano, el matiz viene después cuando lo hacen por debajo del mantel”. Ahí le has dao, Menelao. Icetistas y puigdemontianos, Capuletos y Montescos en apariencia, saben que, en el fondo, se aman, se desean, se necesitan. Pero como la envidia es muy mala y la gente es maldecidora por naturaleza, tienen que llevarlo en secreto. Bueno, más o menos, porque en política no hay peor ciego que el votante que no quiere ver. De ahí que cuando se hablaba de sociovergencia hace tiempo la idea no fuera descabellada. De hecho, cuando Pujol ganó en las primeras elecciones autonómicas en 1980, le propuso al PSC de Raventós formar una alianza de gobierno. El nacionalismo les unía y, a fin de cuentas, los sociatas catalanes nunca han sido una amenaza seria para el capital. Más bien al contrario.

Ahora que la presidenta socialista de la Diputación de Barcelona, Nuria Marín, está siendo investigada por un quítame allá esos dineros, los de Esquerra, representando a la perfección el papel de la otra, que a nada tiene derecho porque no lleva un anillo con una fecha por dentro, le montan una moción de censura. Hace falta rencor para romper ese amor entre dos partidos que durante años pretendieron hacernos creer que eran cosas opuestas. A fin de cuentas, ERC también tiene pactos con JxCat, así que el complejo de cornúpetas también debe haber influido. Bueno, pues como la Diputación es un pisito que los socialistas han montado a los de Puigdemont, cediendo incluso un cómodo apartamento a Marcela Topor, esposa del fugado, han salido a proteger a Marín diciendo yo soy muy dichosa, yo no desconfío, por más que murmuren esas malas lenguas tú eres mi marío.

Yo propondría a los de Waterloo y a los de Illa que se dejen de chicolear por las esquinas y se casen de una puñetera vez. En España existen ya todo tipo de matrimonios y nadie se rasgaría las vestiduras

Y es que no hay nada en política –ni en la vida– que no se haya dicho en una copla, un bolero o en las baladas de amor. Del tango, ni les hablo, porque Cambalache resume a la perfección lo que se vive actualmente en España y mucho me temo que en el mundo en general. Hasta ahí no existiría ninguna novedad si no fuera porque PP y Comuns se abstuvieron. A ver, que me entere yo. Que los podemitas, socios del PSC en el Ayuntamiento de Barcelona, aunque se diga poquito porque lo que le está haciendo Colau a la Ciudad Condal es como aquellos programas con tres rombos, callen como muertos, vale. Pero ¿de dónde proviene la abstención de los populares? ¿Por qué no se han sumado a esa moción que le dice a Marín que tenga la vergüenza democrática de dimitir? Alguno podrá argumentar que es porque la moción la presenta Esquerra y con estos, los de Alejandro Fernández no van ni a heredar. No es mala respuesta, pero aunque sea Junqueras quien diga que la ley de la gravedad existe no es óbice para darle la razón. Porque es un escándalo que Marín siga aferrada a la poltrona. Recuerdo el caso del presidente socialista de Castilla León Demetrio Madrid que, al verse salpicado por un presunto delito, dimitió motu proprio. Cuando se vio que todo era mentira, no volvió porque no se le esperaba y, para remate de penas, un chavalillo llamado Aznar había ganado al partido de la rosa y el puño.

Más cercano es lo de Jordi Cañas, afectado por un tema relacionado con Hacienda, del que finalmente fue exculpado. Jordi subió al atril desde el que se había convertido en azote del nacionalismo para decir que dejaba el escaño por coherencia. Personas de la talla moral de Jordi no se encuentran ni con el farol de Diógenes, pero cito su caso y el de Demetrio para dejar constancia de que el honor no es una pegatina enganchada en el brazo, como dicen en Algunos hombres buenos. Ciudadanos si votó a favor de la moción, lo que demuestra mi tesis.

Yo propondría a los de Waterloo y a los de Illa que se dejen de chicolear por las esquinas y se casen de una puñetera vez. En España existen ya todo tipo de matrimonios y nadie se rasgaría las vestiduras. Que se presenten juntos a las catalanas. Incluso les propongo un nombre para la coalición: Junts pel Càrrec, juntos por el cargo. Quedo a la espera de ver ese enlace y de que alguna alma piadosa desde el PP me explique el porqué de su abstención. Todo a ritmo de bolero, bien claro lo dejaba el otro día Josep Cuní en uno de sus mejores y más brillantes artículos.