Efecto Torra

JUAN CARLOS VILORIA-EL CORREO

  • Salió de la plaza Sant Jaume por la puerta de atrás y se lo ha puesto en bandeja a Illa

Salvador (qué ironía) Illa, el ministro de Sanidad más controvertido de la democracia, ya está en campaña. Todas las energías del PSC y el poderoso impulso de Moncloa se han volcado en una candidatura destinada a dinamitar el frente independentista, que concurre con sus fuerzas divididas y fragmentadas. Su perfil componedor y la habilidad que ha acreditado para dar malas noticias sin que el público le eche la culpa han ido fraguando una imagen mediática que en las encuestas de opinión resulta que le convierte en el candidato ideal. Por contradictorio que parezca con una gestión que ahora mismo arroja un balance cuando menos manifiestamente mejorable, los profesionales del márketing político aseguran que puede ganar las elecciones en Cataluña. Es lo que se ha venido a llamar ‘efecto Illa’.

Hasta el ex-honorable Jordi Pujol, que de esto sabe algo, ha pronosticado que el oscuro exalcalde de la Roca del Vallés y fontanero del PSC a la sombra de Miquel Iceta va a ganar las elecciones. Según el olfato político de quien condujo a Cataluña por diversos vericuetos hasta el callejón sin salida en que ahora se encuentra, Illa no es que sea un crack de la política ni un dechado de carisma. El problema, a juicio de don Jordi, es que las huestes independentistas concurren desunidas y enfrentadas. Y no le falta razón. Pero se olvida, o quiere olvidarse, de otro elemento que va a lastrar a todos los partidos que se presentan con la promesa de la independencia de Cataluña con diferentes recetas. Ese elemento es el ‘efecto Torra’.

Colocado a modo de polichinela del huido Puigdemont para guardarle el sillón mientras desde Bruselas él creía dar los últimos toques al ‘procés’, el títere entró en la plaza Sant Jaume como elefante en cacharrería y salió por la puerta de atrás. El ya menguante prestigio del ‘procés’ después del espectáculo de la fallida declaración de independencia empezó a arrastrarse por el suelo de la mano de un personaje que fomentó la confrontación social en Cataluña hasta extremos irracionales. Las campañas de desobediencia, de invasión del espacio público con los lazos amarillos, la fuga interminable de empresas hacia otros horizontes de España han contaminado a todo el independentismo. Es cierto que el bloque soberanista se ha ido enrocando y no atiende a razones de sentido común en la política, pero se está quedando reducido a un núcleo duro incapaz de retener a sectores más templados que en el fragor del ‘procés’ apostaron por lo que creían caballo ganador.

Torra ha sido la peor inversión posible en imagen política del independentismo. Y la demostración también se ha reflejado en que él solo ha logrado dividir a su propia clientela. El ‘efecto Illa’, si al final se produce, será el beneficiado del ‘efecto Torra’.