Tonnntos de viernes

 

José Manuel Soto reproducía en su cuenta de twitter dos retratos: a la izquierda el de Manuel Clavero Arévalo, ministro a quien Suárez encargó la transformación autonómica de España. Abogado, catedrático de Derecho Administrativo, decano de la Facultad de Derecho, Rector de la Universidad de Sevilla, ministro de Cultura, autor de varios libros. A la derecha, Miquel Iceta, una página en blanco.

Irene Montero comparecía ayer en La Hora de La Uno de TVE, vale decir en los dominios de la Isóbara. Y estuvo como suele: Fantástica: «Claro que en los barrios obreros hay personas LGTBI. Les pasa que no les alquilan un piso por ser lesbianas. Que les dan una paliza por ser trans, que se burlan de ellos en el cole o en su curro. ¿Aún hay quien piensa que los derechos LGTBI son “simbólicos” y no materiales?» A mí con esta moza me pasa siempre lo mismo: no sé donde tiene el punto de contacto con la realidad: desde esas violadas a las que acosan en las comisarías, preguntándoles si llevaban minifalda, hasta los pisos que se alquilan exigiendo una declaración del arrendatario sobre su identidad sexual. Tal vez crea que se les exige el libro de familia. O que la gente más fina no es tan homófoba como la de los barrios obreros. O tal vez es que ha visto una película de Ettore Scola de mediados de los 70, ‘Brutos, Sucios, malos’ y se ha dado cuenta de cómo son los de Vallecas, ahora que es la marquesa de Galapagar.

Tengo que confesar que cuando vi esta película mi tierno corazón de izquierdas se resintió. Estábamos educados en sofismas como ‘La clase obrera va al paraíso’, en la estética de Pellizza da Volpedo y su ‘Cuarto estado’, el cuadro con el que Bertolucci abría ‘Novecento’. Luego comprendí que Ettore Scola pasaba de beaterías.

Luego se habló de la decisión del Tribunal Supremo de devolver el caso Dina a la Audiencia para que Gª Castellón agote la investigación y tome declaración a la ex Dina Bousselham. Luego tocó preguntar a los periodistas presentes y entre ellos estaba Joaquín Manso que hizo la pregunta pertinente: “Usted como ministra de Igualdad, ¿cómo ve que un ciudadano varón acceda a la intimidad más reservada de una subordinada, le oculte esa circunstancia durante varios meses y luego le cuente que retuvo la tarjeta para evitarle presiones?”

Lo pasó mal la marquesa. Hiperventilaba la pobre mientras respondía como suele: con unas intervenciones tipo banda de Moebius que siempre acaban en el mismo lado, desembocando en el mismo argumento: el caso Dina no existe, Pablo Iglesias es una víctima de las cloacas del Estado, de una mafia criminal, política y mediática que quiere subvertir la democracia.

Hombre, mujer, subvertir la democracia es lo de su novio en campañas como Rodea el Congreso, que tenía como mensaje explícito el ‘no nos representan; la Alarma antifascista que convocó la misma noche de las elecciones autonómicas andaluzas para negar legitimidad expresada en las urnas aquel mismo 2 de diciembre. Eso es subvertir la democracia.

Ella hiperventilaba mientras hablaba de la responsabilidad de Urreiztieta e Inda en su colaboración con Villarejo. Manso habló poco, pero con una precisión infrecuente en los medios de comunicación, negando a la ministra todas sus mentiras. El Tribunal Supremo no ha archivado el caso Dina: lo que dice es que hay dos delitos indiciarios y que el juez debe apurar la instrucción. Y remató negando la mentira de la complicidad con Villarejo y que El Mundo se siente muy orgulloso del trabajo de Urreiztieta y de su compromiso con la verdad.

Yo aquí sigo en lo mío, que tú citabas hace un momento: ¿Quién más estaba en las fotos de Dina también en plan íntimo? ES decir, ¿por qué el editor Asensio se encuentra con unas fotos íntimas de una señora perfectamente desconocida para él y se las entrega a Pablo Iglesias? O aunque fuese perfectamente conocida, vamos…

Hay una cosa clara. La Isóbara es una entrevistadora pastueña; no es Jeremy Paxman, el periodista del Canal 4 de la BBC que preguntó 14 veces al ministro del Interior Michael Howard por su gestión en la cárcel de la isla de Wight: señor ministro no ha respondido a mi pregunta, y así hasta trece veces.