IGNACIO MARCO-GARDOQUI-El Correo

Si es usted un apasionado de la actualidad, de esos que desayuna con el periódico y no se pierde un informativo, le imagino enterrado bajo la avalancha de noticias que nos han abrumado estos dos últimos días. La lista es interminable e incluye las exitosas (hasta ahora) trapacerías de Pedro Sánchez; la irritante inanidad de Pablo Casado; la innovadora (y supongo que progresista) idea de Inés Arrimadas de decretar el suicidio de un cadáver; la equivocada elección de Abascal de quedarse tuerto con tal de que el PP se quede ciego; las incesantes locuras de los líderes catalanes, empeñados en ametrallarse los pies con sus desplantes al Rey y, lo que es peor para ellos, a los presidentes de Volkswagen y de Seat; y los interminables desafíos al sistema y a sus socios de Gobierno de Pablo Iglesias, que pretende acabar con todo, como Sansón acabó con el templo de los filisteos.

Pero es posible que entre tanta morralla informativa se le haya escapado una noticia importante. Me refiero al déficit con el que cierra el año 2020 la Seguridad Social. Nada menos que 56.000 millones de euros, el 4,1% del PIB, el triple del año anterior. Si el ruido de la superación de la cota de cuatro millones de parados se amortiguó hasta desaparecer en dos días, esta ha durado menos que los escasos segundos de vida de la República de Puigdemont.

Aquí todo el mundo pide ayuda y es bien cierto que la mayoría la necesita, pero pocos se entretienen en calcular su coste y menos aún en prever su devolución. Nadie se asusta con la actitud del Gobierno, preocupado por los efectos de la crisis y desentendido de sus causas. Todo el mundo quiere mojar el pan de su conveniencia en el espeso caldo de las ayudas que se espera lleguen de Brusleas, pero nadie se espanta con la comparación de que esos 56.000 millones de agujero de la Seguridad Social, alcanzado en un solo ejercicio, suponen el 40% del total de los 140.000 millones previstos en tres años.

Caída récord del PIB; bastante más de cinco millones de prestaciones entre paro, ERTE, autónomos, etc.; deuda y déficit públicos descontrolados; decenas de millares de empresas volatilizadas… ¡el país hecho unos zorros! Pero aquí la importante es la todopoderosa jefa de Ciudadanos en Murcia, capaz de darse un autogolpe que no sabe explicar y cuyas consecuencias no fue capaz de calcular. ¡Qué bonito es todo esto y que entretenida es esta txarriboda! Lo malo es que quien se desangra es el país.