Dos Comentarios de Javier Elorrieta

 

Editores.

  • Al articulo de  Nicolás Redondo “La política española, a la deriva”

Con el apartamiento de Redondo de la secretaría general del PSE-PSOE empezó el declive de una política encaminada a los acuerdos de Estado entre las principales fuerzas políticas nacionales, PP y PSOE, (una vez que Aznar superase, por la mayoría absoluta conseguida en su segunda legislatura las servidumbres de la anterior, que le  llevó en Cataluña al descabezamiento de Vidal-Quadras por exigencia de Pujol, para conseguir su apoyo). En aquella su segunda legislatura empezó con la razonable demanda de organizaciones cívicas del País Vasco, Foro Ermua, Basta Ya y Organizaciones Cívicas catalanas, de las que surgieron posteriormente CS Y UPyD.

No era casual, que los primeros miembros de ambos grupos políticos procedieran fundamentalmente del entorno del PSE, por un lado, y del PSC por otro. Habida cuenta que la deriva se produce sustancialmente en ambas formaciones, pero con el visto bueno, en el caso del PSOE, de su Secretaría General a la que accede un Zapatero «Maragalizado» como pudimos comprobar en la reunión que con él mantuvimos miembros del asociacionismo vasco antes de ser Presidente del Gobierno.  Aquella deriva se materializó, y comenzó, con el disparate de un nuevo estatuto en Cataluña, que nadie demandaba, que apenas se votó, a lo que se sumó toda la puesta en cuestión de la transición a la democracia, por la funesta Ley de Memoria Histórica, y la estrambótica Alianza de Civilizaciones (que confundía cultura con civilización). En un creciente enconamiento social surgido de querer ganar una guerra civil superada, con carácter retroactivo.

El resto es un fluir pendiente abajo. Una bola que va deteriorando todo, porque no se ha atendido la lógica de una política estable, necesitada de acuerdos para las reformas de mejora. Y se ha optado por un uso partidista crecientemente perverso del marco institucional, que lo va deteriorando, arrastrando al conjunto de la Nación. La partitocracia dirigida por mediocres iliberales está destruyendo la Nación. Esa sería la síntesis más acertada para fotografiar la realidad política española actual.

  • Al artículo de Ignacio Valera “El suicidio español: cuando los partidos del sistema sabotean el sistema”

Tras la entrevista de Alsina en Onda 0 a Inés Arrimadas, han participado en los comentarios Ignacio Varela y John Müller. Dos de los mejores periodistas en el panorama español, a mi juicio.

Hay un comentario de John Müller que me ha parecido muy acertado. Antes, el centro, la búsqueda del mismo, iba acompañada de propuestas de reformas que atendieran a la mejora democrática, a una ley electoral más acorde con una mejor representación en las instituciones, cerrar el conflictivo marco de un proceso autonómico desquiciado. Mayor impulso ético en la política para acabar con una corrupción sístémica, como la comprobada en Andalucía y Cataluña -más que en ningún otro lugar-, mayor independencia del poder judicial, una gestión más eficaz de los recursos públicos, descaradamente orientados al clientelismo partitocrático, etc.

Ahora parece que el centro sólo se visualiza en la soflama del rechazo de VOX o Podemos, expuestos como extremos, como mal discurso recurrente ofrecido a la opinión pública. Y en cierta forma es cierta esa apreciación, atendiendo a lo que se expresa en los medios. Pero aunque esté de acuerdo con esta descripción de John Müller, creo oportuno y justo aclarar alguna cuestión.

Que uno de los dos, Podemos, forma parte del Gobierno. Que en los aspectos básicos VOX no es un partido antisistema, y no está en el Gobierno. Datos que hay que tener en cuenta, se pongan como se pongan personas a las que aprecio y, espero se den por aludidos, aunque no les nombre. Que VOX en los aspectos legislativos que conforman la superestructura política son más acordes con la independencia judicial y con el respeto a la ley y las instituciones que el otro extremo que está en el Gobierno. Que denuncian una ley disparatada y anticonstitucional, como la ley de género. Que en todos los órdenes de la praxis política, programática, de acción parlamentaria y en la expresión pública son más respetuosos con la legalidad que las filas de Podemos y los partidos secesionistas. Que se tachan falaz e injustamente como racismo políticas lógicas que atienden a una razonable política de emigración (si no, oigan el análisis de los socialistas suecos). Y que en general son más democráticos, no solo que Podemos, sino que el propio PSOE.

O sea, que hay un problema serio de apreciación. Hay un problema muy peligroso. Ya demostrado en Cataluña. En este campo de competición política, forjado por criterios partitocráticos, gana el abstencionismo y la radicalidad. Un terreno abonado para los comportamientos menos sensatos. Y no contribuye a nada la exposición de criterios que no se apoyan más que en el subjetivismo de afiliación, o afecto hacia un lado. Esa manía de escudriñar en la búsqueda de nimiedades de un lado y ser impermeables o silenciosos a las mayores groserías antidemocráticas constantes del otro. Vamos, que no sé por qué alguien cree que es peor VOX que el PSOE. Por falta de datos reales no será.