Cuando vienen mal dadas, el PNV saca a Arzalluz a pasear y siempre lo utiliza para embarrar el campo
Cuando vienen mal dadas, el PNV saca a Arzalluz a pasear. Siempre lo utiliza para embarrar el campo. Se trata de su estrategia habitual electoral, pero -desde el 98 en el que, tras algunas negociaciones vergonzosas y de difícil explicación, el Pacto de Lizarra provocó la ruptura del Parlamento en dos pedazos- tiene algunos matices. Ya se han visto demasiados engaños como para restar importancia a los ‘paseítos’ de Arzalluz , como si fueran ‘cosas suyas’. La división entre el dirigente nacionalista bueno y el malo forma parte del pasado. Ahora, el viejo presidente del PNV ha delegado todo su poder político en el liderazgo que ejerce el actual lehendakari como referente del partido. Así es que no es casual ni, por supuesto, producto de una ‘ventolera’, que Arzalluz aparezca en plan intrigante y retador.
Es experto en victimizar, nada menos que a los que llevan gobernando este país durante más de dos décadas; es también un experto en faltar a la memoria y al respeto de sus adversarios políticos. Y experto en mostrar desprecio hacia «esa gente», los que no piensan como él aunque formen parte de esa población de vascos perseguidos por ETA por no ser nacionalistas. Es la vieja ‘táctica del txipirón’ para tapar sus fracasos. Porque si el del Pacto de Lizarra fue mayúsculo por no conseguir ni el fin de ETA ni la conservación del consenso democrático, su comportamiento en Andoain fue, además de insolidario, una pifia. Quizá por eso y antes de que los votantes den vueltas a su papeleta, Arzalluz sacude.
Estaba, por lo visto, últimamente en la inopia. Porque se pasea por ETB, haciéndose un hueco entre bertsolaris, para decir que todo iba bien en este país hasta que llegó (¿de qué planeta?) Mayor. Pero los archivos recuerdan que el PNV, ya en el 96, estaba tan poco motivado con ese consenso, que empezó a hacer experimentos con el ‘plan Ollora’, que sostenía que todas las partes del conflicto tienen su parcela de razón. ETA, claro, también. Que, por lo visto, en La Moncloa hay una fuente que, además de refrescar el jardín, le mantiene informado. Y que al Gobierno le interesaría suspender las elecciones en Euskadi cuando en realidad el único que persigue semejante anormalidad política es ETA. Que no se cree que la madre de Pagaza, «esa pobre mujer» (no porque ETA haya matado a su hijo sino porque está manipulada) tenga criterio propio. Eta abar, eta abar. Así es que salta a la vista su papel. El de pararrayos. Está para eso. Para atraer todas las críticas hacia su persona. Canalizar todas las iras dirigidas hacia el PNV en él solo. Y, sobre todo, quitar a Ibarretxe cualquier responsabilidad negativa. Pero es demasiado tarde. Si Ibarretxe, en vez de reñir tanto al PP y PSE no es capaz de plantarse ante Arzalluz, querrá decir que legitima su discurso provocador y cruel. Y no le salvará de esa imagen ni el propio Imaz diciendo que «el Gobierno no comenta» los asuntos del partido.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 5/3/2003