TEODORO LEÓN GROSS-El País
- En el PP van a tener que asumir que el asunto de la corrupción no desaparecerá de la agenda informativa arrastrado por la corriente del día a día
Si Casado pensó que en Ceuta se diluiría el ruido capitalino, es además de un candor imperdonable. ¿Realmente alguien creyó que junto a Tarajal cambiaría la prioridad y no se le preguntaría por Kitchen? ¿O que unos abucheos de una claque militante, táctica tan de Gil, afligirían a los reporteros? En el PP van a tener que asumir que este asunto no desaparecerá de la agenda informativa arrastrado por la corriente del día a día. Y resulta ingenuo esperar la solución de la balanza, confiando en que los indultos le pesen más al PSOE que Kitchen a ellos; como, por otro lado, en el PSOE harían bien en asumir lo mismo en lugar de construir coartadas absurdas como la revancha vengativa o la necesidad de contrapesar al poder judicial por boca de una vicepresidenta para más inri constitucionalista. Esto no se sortea mediante un wag the dog. Hay asuntos en los que es obligado el coraje, o debería serlo, en lugar de parapetarse en frases diseñadas por un spin doctor con guion de El ala oeste de la Casa Blanca. Claro que se entiende el temor de Casado después de una secuencia de encuestas sugiriendo el cambio de ciclo, pero no va a dejar esto atrás mediante la hiperactividad acudiendo a otra foto en Colón o a las firmas después del fiasco de 2006 con aquellas 876 cajas de nada. Kitchen, la operación de Interior y Villarejo para robar información comprometedora de Bárcenas mediante el cocinero que trabajaba de chófer, va a ser su particular cocina del infierno, un sitio al que se podía sobrevivir y hasta salir de allí con éxito, pero difícilmente. Ahí, no en los adjetivos de la sesión de control, se medirá como líder. Merkel triunfó emancipándose de Kohl, no renunciando a la sede de Klingelhöferstraße 8.