Luis Ventoso-ABC

  • A esa cuestión habría que responder a la gallega: depende

En un esplendoroso domingo de junio, con treinta grados cascando sobre el asfalto y todavía en los coletazos de la pandemia, puede haber planes más sugerentes que sumergirse en una manifa en el centro de Madrid. Sin embargo miles de personas sacrificaron su ocio para protestar contra Sánchez. El baile de cifras de las policías provoca bochorno, pues uno de los dos Cuerpos tiene que haber mentido como un bellaco (25.000 según la Nacional y 126.000 para la Municipal). Pero aun así es innegable que allí había una marea de gente. ¿Ha sido esta protesta un indicio más de que ha comenzado un inexorable declinar de Sánchez? ¿O es todavía muy prematuro hablar de su declive? Hay dos hipótesis:

-Según la visión monclovita, la manifestación de ayer y los últimos patinazos del Ejecutivo -crisis con Marruecos, el circo de las medidas mutables de Sanidad, la vergüenza de unos indultos arbitrarios- son anécdotas que se olvidarán rápido en la taquicardia de la información continua (¿quién se acuerda hoy de que tenemos un ministro del Interior señalado por la justicia en el caso Cobos, en el que además mintió al Congreso?). Falta un mundo para las elecciones de 2023. Los indultos y la devaluación del Código Penal para pelotillear a los separatistas se colarán de rondón en medio del despiste vacacional y las emociones de la Eurocopa. La economía va a repuntar espectacularmente, porque venimos de una sima (mayor caída del PIB de la OCDE). Unido a que este verano se completará la vacunación y se aliviarán las restricciones, imperará un clima psicológico de alivio y contento, que capitalizará Sánchez. El maná europeo facilitará una red clientelar progubernamental, que rentará en los comicios. En cuanto a la patata caliente catalana, es posible comprar dos años de tranquilidad inflándolos a dinero -a costa de otras regiones- y mareándolos con el señuelo de algún tipo de consulta. Unido a que Casado tampoco es ningún ‘crack’ electoral y que Podemos bajará sin Iglesias -con trasvase de voto al PSOE-, al final Sánchez volverá a ganar en 2023 y seguirá.

-Sánchez ya no cuela. El público le ha visto el plumero. Bajo su carcasa de propaganda es un presidente débil en el Parlamento, con un gabinete muy flojo y escaso poder autonómico. Presenta además un enorme talón de Aquiles: su alianza imposible con los separatistas, que no se conformarán con las mercedes en curso y en breve le darán un ultimátum con el referéndum. Como no puede concederlo por ser inconstitucional, sus aliados lo abandonarán y tendrá que convocar elecciones anticipadas. Los indultos han sido un grave error, porque ha irritado a votantes centristas que a veces votan PSOE y a veces no, y que ahora lo abandonarán. El declive de Podemos le dificultará reeditar su coalición. El problema económico se dejará sentir (y más cuando acabe el camuflaje de los ERTE). Pero sobre todo el personaje ha saturado a los españoles: no quieren un presidente ególatra que vive del engaño, ni un Gobierno patoso y ‘amateur’.

¿Hay Sánchez para rato o no? Apelo a mi condición de gallego: depende.