Luis Ventoso-ABC

  • Más pronto que tarde su globo con los separatistas va a pinchar

Dicen los estudiosos del MIT que el material más resistente conocido es el grafeno, que golea al acero y al diamante. Pero tal vez lo supere un nuevo componente español. Los científicos lo denominan en latín ‘facie Sánchez’. Realmente la cara de Sánchez alcanza niveles de dureza casi alienígena. Se requieren unas moléculas muy especiales para no pestañear cuando en sede parlamentaria te tachan al unísono de mentiroso, tanto la oposición como tus aliados separatistas. A estas alturas, y por desgracia, la palabra del eventual presidente del Gobierno tiene un valor similar a un bolívar venezolano (que equivale a 0,00000000000263348 euros). Cuando ayer proclamó con máxima solemnidad en el Congreso que con él jamás habrá un referéndum en Cataluña, al

hemiciclo casi le da un ataque de carcajada. Rufián, con su estilo suburbial de ejercer el parlamentarismo, tuvo el golpe de ingenio de recordarle que también sostenía con idéntica firmeza que jamás habría indultos. Pero Mi Persona aplica su ‘Manual de Resistencia’ y ni se inmuta cuando le recitan a la cara su espectacular colección de trolas. Estamos hablando de un mandatario que caminó 40 segundos a rebufo de Biden y acto seguido compareció jactándose de que había sido una ‘conversación’ en la que le había planteado cinco grandes cuestiones internacionales.

A pesar de esa apariencia de líder pétreo con efigie de grafeno, la realidad es que el sanchismo está cogido con pinzas, debido a su pecado primigenio: todo el tinglado se sostiene sobre una alianza antinatural con los separatistas. Por eso les apuesto desde aquí una botella de Châteauneuf Pape Cuvée Imperiale a que en siete meses los independentistas catalanes lo dejan tirado y le retiran su apoyo parlamentario. Maniobrero superdotado, los ha ido toreando con los lamentables caramelos de los indultos y la mesa bilateral. Pero ahora llega el momento de la verdad. Sus socios solo se conformarán con un referéndum de independencia (que además nunca será definitivo hasta que lo ganen), y por una vez Sánchez dijo la verdad cuando manifestó en el Parlamento que él no va a concederlo. No es que no quiera -ya hemos constatado que todo le da igual con tal de proteger su YO-, es que no puede, pues conforme a nuestros arreglos constitucionales si diese ese paso cometería un delito.

El tal Aragonès, hombre de paja de Junqueras, tampoco es un presidente mucho más sólido que Sánchez. Está a prueba. En dos años tiene que examinarse ante Junts y la CUP y presentar una hoja de servicios que pruebe que ha dado pasos sólidos hacia la independencia. En cuanto Aragonès vea que no hay referéndum, que en vez de la alfombra roja hacia la independencia Sánchez solo le ofrece un porrón de pasta y un nuevo Estatut con más autogobierno, el presidente catalán se verá forzado a romper su alianza con el PSOE para que no lo apeen de su poltrona regional. Sánchez ha ignorado aquel refrán que musitaba mi abuela: «El que con niños se acuesta, meado se levanta». Ha intentado presidir España encamado con los que quieren prenderle fuego. Y eso siempre revienta.