Hay mucho maligno que, cuando pasen las elecciones, cargará contra esos indomables que quieren recoger a mucho desencantado que siente prevención por dar su voto al centro derecha. Están ahí para organizar a los que sienten insultada su inteligencia cuando el Gobierno explica que su política con el entorno de ETA «no es lo que parece».
Más allá de los partidos, además de los conocidos alcaldes y presidentes, hay vida. Suena extraño que en este país tan dividido en bloques partidistas, existan ciudadanos que tengan la moral y la savia suficiente como para organizarse. Savater, Rosa Díez, Martínez Gorriarán y Nico Gutiérrez junto a una cuarentena de rebeldes con causa, lo han hecho. Es una forma más inteligente y combativa que quedarse en casa, lamiéndose la herida de la decepción y votar en blanco creyendo que con ese gesto de castigo, los grandes partidos van a dejar de mirarse el ombligo, para escuchar las críticas de los que poco a poco se han ido cayendo del caballo.
Estamos tan poco acostumbrados a este tipo de iniciativas que las primeras reacciones han sido acomodaticias, rutinarias. Desde los que creen que «es bueno que salga un tercero, tipo CDS, para que haga de partido bisagra», hasta quienes apuestan por cuál de los dos grandes partidos saldrá perjudicado en mayor medida con este tipo de iniciativa ciudadana. Frío, frío. Ni estamos ya en la época de los partidos-bisagra, sencillamente porque el papel de los nuevos partidos pequeños que han ido apareciendo en la escena pública no ha sido el de mediador sino de aliado al poder, generalmente, y en cuánto al menos beneficiado con esta apuesta, no caben grandes dudas.
Si los promotores señalan su decepción con la política pronacionalista que han adoptado los socialistas en los últimos tiempos, su contrariedad con el mal llamado proceso de paz de Zapatero, y hacen un llamamiento a todos los que vean urgente la regeneración democrática, verde y con asas. Bien es cierto que al entorno de Rajoy le habría gustado que los decepcionados se hubieran apuntado al PP. Pero esto no es Francia y los intelectuales de centro izquierda no se han liberado, todavía, de los prejuicios de los que se despojaron los franceses cuando pidieron el voto para Sarkozy. Ayer, el propio Henry Levy agradecía al nuevo presidente, que hubiera fichado para su gabinete al inventor de Médicos sin Fronteras y Médicos del Mundo. «Sólo los espíritus malignos le criticarán. Sólo los malos perdedores hablarán de traición y tocarán a rebato», decía.
Aquí hay mucho maligno que, en cuanto pasen estas elecciones, cargarán contra estos indomables que quieren recoger a mucho desencantado que siente cierta prevención a dar su voto por el centro derecha. Por eso están ahí. Para organizar a todos los que se sienten insultados en su inteligencia cada vez que el Gobierno explica que su política con el entorno de ETA «no es lo que parece».
A los que se indignan cuando el candidato a la reelección a la acaldía de San Sebastián, Odón Elorza, después de que los grupos de Batasuna intentaran reventar el pleno, le diga a la popular María José Usandizaga que no tiene vergüenza por querer denunciar los hechos.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 23/5/2007