Alberto García Reyes-ABC

  • La ‘ley Castells’ es un programa piloto de los antisistema para la destrucción de España a través de las aulas

La primera noticia, que en realidad es una metanoticia, es que Manuel Castells existe. Vive. No es una leyenda. El ministro de Universidades vegeta en la selva monclovita y, aunque aparece de forma esporádica y casi hadada, no es un holograma. Es, eso sí, un trampantojo intelectual que se vende como erudito de la nada, un sabio de la nulidad progresista. Un faro antisistema que hiberna en el sistema. El caballo de Troya del conocimiento. A partir de ahí, la noticia desvelada por Josefina G. Stegmann en este periódico es que este genio de la oquedad ha preparado en su cueva un plan para sustituir la enseñanza por la catequesis roja, las ideas por la ideología. Las aulas son armas de destrucción masiva de este ejército que otrora hacía la guerra con hoces y martillos. Todo lo que la sociedad ignore es combustible para la maquinaria del poder totalitario. El impostor invisible ha iniciado la invasión.

El objetivo tiene varias fases. Primero es imprescindible aplicar la ‘ley Celaá’, que pasa de curso a los alumnos con ocho cates y los amaestra en perspectiva de género para ‘transversalizarlos’. Sin conocimiento, el aparato de pensar se aflata. Y el propósito de este Gobierno es que en la España hiperprogresista de 2050, en la que trabaja el sanchismo para salvarnos del averno, la masa esté vacía de saberes y atestada de credos. Se trata de trepanar el cerebro de las nuevas generaciones para introducir en él todas las pegatinas de la izquierda de megáfono. Provocar el encefalograma plano y hormonar los sentimientos hasta que el feminismo, el cambio climático o la diversidad sexual sean pulsiones irracionales que suplan a la ciencia, al esfuerzo y al talento.

El segundo paso consiste en anular el principio de autoridad por medio del igualitarismo salvaje. La capacidad y el mérito son conceptos trasnochados. La jerarquía depende sólo de la militancia. Por eso ya no será necesario ser catedrático para regir una universidad. El principal requisito será la pertenencia al partido, lo que garantiza dos avances cruciales: que el entontecimiento sea vertical, de arriba a abajo, y que el adoctrinamiento se instale con rapidez en los contenidos curriculares. Y para que al programa de analfabetización y empobrecimiento social no le falte un perejil, a partir de ahora los títulos dejarán de ser expedidos en nombre del Rey.

El borrador de la Ley Orgánica del Sistema Universitario que ha perpetrado el ilusionista Castells es muy respetuoso con su campo semántico. Borra todo lo que no le gusta a la brigada revolucionaria: el discernimiento, la cultura, el esfuerzo, la inteligencia, la ‘auctoritas’, la disciplina, la monarquía… El programa está diseñado para crear un prototipo de español lego y republicano con toques antifascistas que dé buena lana y bale por los prados. Así que la eliminación de la Corona al menos evita que el Rey, símbolo y garante institucional del desarrollo de la nación, sea cómplice de la destrucción de España.