La base de la subida

IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Normalmente agosto es un mal mes para el empleo al terminarse una buena parte de los contratos realizados para afrontar las avalanchas de la demanda relacionadas con las vacaciones. Este ha sido una excepción relativa. Por un lado, la afiliación a la Seguridad Social bajó en 118.000, una cifra menor que la mediana de los meses de agosto de las dos últimas décadas y por otro, el paro descendió en 82.600, lo que apunta una peligrosa tendencia de reducción de la población activa. Por su parte, los trabajadores con actividad limitada bajaron ligeramente del medio millón, suma de los 272.900 afiliados a los ERTE y 222.700 autónomos con prestación. Entre ambas cifras conforman una espada de Damocles que pende todavía sobre el empleo en España y que puede cambiar el balance final de la pandemia según dirija a los afectados hacia el empleo anterior o hacia un nuevo y mayor incremento del paro. Está por ver. El cálculo mensual que realiza el servicio de estudios del BBVA sobre el impacto real de la pandemia en el empleo refleja la cifra de 460.000 desempleados más de los 2.780.000 que se hubiesen registrados en ausencia de la enfermedad. Un coste terrible que tardaremos tiempo en recuperar.

Por lo que respecta al País Vasco, los datos resultan decepcionantes al registrar el mayor repunte del paro de toda España y una pérdida de 11.810 cotizantes. Aquí no cabe el recurso socorrido al turismo, pues el descenso se ha producido también en la industria además de en los servicios de hostelería. Preocupante.

Este es el panorama en el que se gesta la más que probable decisión del Gobierno de aumentar el salario mínimo, en una actuación política basada en conveniencias políticas y en exigencias partidistas, que no cuenta con el deseable acuerdo, al menos por ahora, de la patronal. Da la impresión de que el Gobierno está dispuesto a adoptar la medida para salvar su cohesión interna, por más que pueda debilitar su posición externa. Las prioridades son las que son, eso está claro y durar siempre ha sido más importante que arreglar.

Y con esto pasamos un verano en el que la fortaleza del turismo interior ha suplido las carencias del exterior, lo cual no está mal, pero no es lo mismo. Ahora llega el otoño con grandes tareas pendientes. Entre ellas, primero justificar las ayudas europeas, después recibirlas y, por fin, utilizarlas con provecho y canalizarlas hacia proyectos que modernicen el sistema productivo y generen actividad y empleo. Si nos quedan tiempo y ganas podemos emplearlos en reformar el mercado laboral en la buena dirección y el sistema de pensiones en el sentido correcto. Eso sería un buen plan de acción del Gobierno. ¿Será el plan del Gobierno? Ya veremos…