Isabel San Sebastián-ABC

  • A Sánchez y la izquierda no les gusta hablar del odio islamista que provocó los atentados del 11-S, porque ése no les da votos

El mayor delito de odio cometido en la historia reciente fue perpetrado tal día como hoy hace veinte años, cuando unos fanáticos islamistas estrellaron varios aviones repletos de civiles contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono, matando a millares de inocentes. Odio religioso, odio ideológico, odio a nuestras libertades, odio a todo lo que representan las democracias occidentales. De ese odio visceral, que pervive en un integrismo creciente en buena parte del mundo musulmán y sigue alimentándose en múltiples mezquitas y madrasas, no solo orientales sino europeas, no le gusta hablar a nuestra izquierda, porque no sirve a sus intereses. Denunciarlo no les da votos. Ni siquiera es políticamente correcto con arreglo a los cánones del ‘pensamiento’ ‘progresista’, una de cuyas sacerdotisas, la ministra Irene Montero, ha llegado a equiparar la presunta opresión sufrida por las mujeres españolas bajo la bota del patriarcado con la infligida por los talibanes a las afganas indefensas. Hasta ese extremo llega la desvergüenza del actual Gobierno de España.

De acuerdo con el rasero de este Frankenstein que no hace ascos ni a la manipulación ni a la mentira, tampoco merece reproche público el odio que sufren los integrantes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad desplegados en País Vasco, Navarra o Cataluña, donde ellos y sus familias, incluso niños de corta edad, son objeto de acoso y vejaciones por parte de sicarios del separatismo que sostiene en el Congreso su exigua mayoría. El dolor y la impotencia de policías y guardias civiles resultan insignificantes comparados con la permanencia de Sánchez en La Moncloa, motivo por el cual ni él ni su responsable de Interior, Marlaska, han tenido a bien mostrarles el menor apoyo. De igual modo desprecian las amenazas, señalamientos y en ocasiones golpes padecidos por militantes del PP, UPN, Cs o Vox en dichas comunidades, o las pedradas recibidas por diputados del partido que encabeza Abascal en distintos mítines electorales. Están demasiado ocupados culpando a la derecha y en particular a Vox de instigar agresiones homófobas, no solo sin la menor prueba que respalde la supuesta instigación, sino una vez demostrada la inexistencia del ataque y la falsedad de una denuncia inventada de cuya veracidad sospecharon los investigadores desde el primer momento. Demasiado ocupados presentando al Madrid de Ayuso y Martínez Almeida como un territorio sin ley donde se persigue a los homosexuales y se maltrata a las mujeres. Demasiado ocupados buscando señuelos con los que despistar a los españoles para que nos olvidemos del recibo de la luz, que bate récords cada día ante su incapacidad para frenar la escalada.

Sánchez, aliado de los herederos de ETA que el próximo día 17 homenajearán al asesino múltiple Henri Parot, anuncia nuevas medidas para frenar los delitos de odio. La más eficaz sería destituir a Marlaska y presentar su dimisión.